Capítulo 6

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Lina

El día de hoy había sido lo suficientemente ajetreado. Era extraña la manera en la que todos los sucesos se desencadenaron y todavía llevo conmigo los resquicios de aquellas emociones atribuladas.

Ahora, miraba a Erik que estaba sentado a mi derecha en el sillón. Parecía totalmente descompuesto y aquello me perturbó por completo. Me sentía preocupada, profundamente preocupada. Al mismo tiempo, la culpa irradiaba punzadas de dolor, pues creía haber impulsado su tristeza con mi comportamiento, sin embargo, podía ver que no era solo aquello, sino que había algo más profundo y por completo desconocido.

- Erik, ¿Estás mejor? - luego de nuestro abrazo en la cocina, lo tomé de la mano y lo guié al salón. Nos sentamos y estuvimos en silencio unos minutos. Su mirada se encontraba perdida, abyecta en las sombras fúnebres de su alma, un alma herida.

- Sí, me siento más calmado - intentó sonreír, pero solo logró hacer un gesto duditativo y nervioso. Volvió a su seriedad inquebrantable - Gracias, Lina.

Negué con la cabeza.

- No me tienes por qué agradecer, todavía no he hecho cosa alguna por ti- posé mi mano en su muslo y busqué su mirada. La encontré cuando volvió a verme.

Miré su atuendo, era completamente distinto al que acostumbraba ver puesto en él. Me invadió la curiosidad.

- ¿Por qué traes esta ropa? No va con tu estilo - reí levemente, aunque intuía la respuesta - ¿Saliste a alguna parte vestido de esta forma?

- Sí, tenía que hacerlo... Era necesario - sus palabras casi se convertían en un murmullo imperceptible.

- Ah, ¿sí? - tragué saliva - ¿Y a dónde? Si se puede saber.

Podía adivinar lo que diría, su respuesta, pero solo negó con la cabeza. Decidí arriesgarme y guiarme por mis conjeturas.

- Fuiste al pueblo, ¿no es así? - alejé mi mirada de él y la fijé en un punto albitrario - Más bien, fuiste a la Ópera...

Parte de mí no quería escuchar su voz pronunciando aquellos vocablos que, por alguna razón, parecían molestarme de cierta manera.

- ¿Cómo lo sabes? - ahora, él era el que me miraba, buscando un contacto directo entre sus ojos y los míos. Su tono era serio, pero apacible.

- No lo sé, solo lo supe y ya - respiré hondo - Christine llegó con su familia y sé muy bien que ella es muy importante para ti, eso no lo puedes negar.

- Te equivocas, Lina - volteó su rostro, impidiéndome detectar sus expresiones.

- No puedes mentirme. No con esto, Erik - lo volví a ver - Es algo tan obvio... Después de lo de tu reacción a la noticia que leíste, no puedes decir que no es cierto.

Ni siquiera se molestó en mantener su versión. Parecía cansado, harto.

- Está bien, tienes razón, pero no deseo hablar de aquello.

- Creo que, sí debes hacerlo. Tienes que explicarme, darme a entender qué está pasando.

- No tengo la obligación de hacerlo, Lina.

- Sí, sí la tienes. Está bien, hablamos de lo sucedido. Vimos qué fue lo que sentiste, pero ahora dime el por qué y de aquí no te vas hasta contarme todo.

Me paré de mi asiento y lo miré desde lo alto.

- ¡No tienes el derecho a dirigirme la palabra de aquella forma! - se paró rápidamente para mirarme de frente. Su actitud imponente me puso nerviosa, pero no retrocedí ante su acción.

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora