Capítulo 24

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Christine

Volver a casa, a la Ópera (porque estaba destinada a vivir ella), era más que desalentador. Ya no era regresar de un lugar encantador y en el cual podías sonreír constantemente, porque eras feliz ahí, sintiendo una especie de vacío y tristeza que se borraba con el transcurso de los minutos, de las horas. No, ya no. Definitivamente, entrar en el cuarto y recluirte en aquel vacío, que no era tal a simple vista, te quemaba el alma y te destruía.

Raoul había estado viajando constantemente, todos los fines de semana, a visitar a algunos de sus familiares que residian en pueblos y sectores aledaños a París, lo cual me daba la oportunidad de estar sola y de permanecer al lado de Erik durante este último tiempo. Sin embargo, mi esposo había decidido descansar estos días...

Y yo no lo aguantaba.

Por lo tanto, solo quedaba salir y entregarle la excusa de que iría a visitar a alguna de mis amiga de antaño. Claro, como si realmente tuviera amistades, pero eso a él no le importaba y no tenía por qué ser de su incumbencia. Éramos marido y mujer, padres de un niño, nada más; casi, simples conocidos.

Yo no lo amaba y él se resignaba a mantenerse perseverante y a creer que, realmente podría lograr hacer que sienta algo similar al cariño por su persona. Miento. Sí lo quería, pero no como antes. Nada había sido igual desde entonces.

Me dirigí a la habitación que compartíamos, asegurándome con antelación que Gustave estuviese descansando a gusto. Raoul estaba leyendo uno de sus libros.

- Buenas noches, ¡llegaste!- su sonrisa me transmitió su dicha. Asentí, yendo a buscar mi ropa de dormir.- ¿Lo pasaste bien?

- Sí, lo pasé más que bien...- un sentimiento de alegría. Recordé a Erik, a su sonrisa, a su rostro descubierto y libre de tapujos, aunque sabía que no era por mí, sino por Lina. Rememoro su rostro de sorpresa al verme llegar y cómo resistí mis nervios.- ¿Por qué estás despierto? Deberías de estar dormido. Es tarde.

- Estaba esperándote, no quería que me vieras tan relajado si aún no llegabas.- vi que, tuvo la intención de levantarse. Reaccioné con antelación.

- Voy a cambiarme.- entré al cuarto de baño y respiré con una sensación realmente agradable. No sabía por qué no lograba soportar tanto tiempo al lado de Raoul...Miento, existen demasiadas razones.

Me miré en el espejo y noté que mi rostro se veía más luminoso. Supe que todo se debía a esta velada. Cerré mis ojos, desplazándome al pasado más próximo, a unas horas atrás.

Vuelvo a sentir su mano suave bajo la mía, su calor tan anhelado; mi corazón palpitaba a mil latidos por minuto. Evoco la manera en que nuestras palabras comenzaron a conjugarse, a unirse y nacer a un ritmo que solo era de nosotros, para nosotros. Su mirada brillaba y me pertenecía, todo su ser estaba dedicado a mí en esas horas, totalmente apasionado por su música, por sentirse comprendido, por saber que estábamos en el mismo universo y que lo gozábamos.

Cuánto deseaba que siempre haya sido así...

En medio de mis cavilaciones, comencé a cambiarme, desprendiéndome de todo lo que había sido testigo de mi felicidad. No estaba jugando, sabía que daría todo lo que fuese posible para inmortalizar aquellos momentos, para volverlos eternos y continuar con ese juego de miradas en el cual nos expresábamos el cariño que por tanto tiempo nos habíamos guardado.

Lo amaba demasiado y sentía que aquel cariño crecía a cada segundo, con cada noche que pasábamos juntos.

Salí del baño, ya lista para descansar.
Si pudiera abrazarlo, lo haría ahora, una y mil veces, percibiendo su aroma, guardando su voz en mi mente y las manos que pasarían por mi cabello, llenándome de paz.

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora