Capítulo 22

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Lina

Estaba armando mi bolso.
Un día domingo normal, pero no lo suficiente.
Mi habitación parecía algo más grande de lo que era. Qué curioso.

Puse la ropa que necesitaría y la ordené como correspondía. Dejé todo en una esquina y suspiré, sintiéndome algo pesada, algo inerte, pero solo una sensación leve que todavía no se propagaba.

Miré hacia la puerta abierta.
Volví a suspirar.
Observé el exterior.

Tenía pena, pero no entendía bien el por qué; simplemente, estaba ahí, arraigada a mi pecho y aparecía se forma sorpresiva, sin avisar ni alertar con anterioridad. Era como si, necesitase derramar pequeñas lágrimas, empero, no salían.

Aprovechando que Erik estaba preparándose para dormir, decidí hacer lo mismo. Me peiné el cabello, un poco enredado, pero sin causar tanto dolor y dejándolo tal como me gustaba. Al instante, apenas acabé, me saqué el vestido.

Estaba bastante agotada, ¿y de qué exactamente? Tampoco lo sabía, pero necesitaba descansar. Miré a mi alrededor y no vi mi ropa de dormir en el lugar de siempre. Recordé que la había lavado en la mañana. Erik y yo habíamos hecho las cosas de la casa. Siempre lavábamos juntos, cada uno nuestra propia ropa, pero acompañándonos para disfrutar el momento.

Me acerqué a la cómoda y me dispuse a sacar la ropa de dormir. Una vez que la encontré, la saqué con ánimo, sintiendo el olor a limpio. Me desvestí por completo, estirando la tela y ordenándola; una vez que lo hice, me dispuse a ponerme la vestimenta adecuada para dormir. Estaba encontrando la dirección correcta, la orientación indicada, de la prenda cuando escuché una voz detrás de mí.

- Lina, ¿sabes...?- inmediatamente, al entrar en la habitación, se quedó mudo, sin terminar de hacer su pregunta. Se quedó estático en cuanto me vio y yo...yo solo lo miré alertada.

Me tapé de inmediato, por encima, para que no viera nada que no quisiera. Estaba sintiendo cómo me ponía roja, cómo mi rostro iba adoptando el aspecto de un tomate, y la vergüenza creciente que comencé a sentir.

- ¡No me mires!- dije, aunque notando que se había tapado los ojos con anterioridad. Me mordí el labio, demasiado cohibida, nerviosa.- ¡Date vuelta!

Él asintió, girando hasta darme la espalda. Aproveché de vestirme, sin importar cómo quedara. Puse mi cabello detrás de mis orejas y sentí que no podía mirarlo. Qué habrá visto...

- Lo siento, Lina. Es que, la puerta estaba abierta y pensé que no estabas ocupada- noté, creí percibir, un leve tono de diversión, como cuando aguantas una risa, al momento en que habló. No podía estar más pudorosa.

Claro, tenía razón. La había dejado de par en par, sin percatarme de cerrarla, pensando que Erik se encontraba en mi misma situación y que, por lo tanto, no vendría a visitarme. Ni siquiera lo tomé como un punto al cual poner atención con anterioridad. Me volteé para no verlo.

Noté que se movía, por lo cual pensé que se había girado para divisarme. Me tapé el rostro con las manos, mientras mi respiración era agitada y mi corazón latía a mil por hora. Sin quererlo, sentí una de sus manos en mi hombro, causándome otro ataque de pudor.

Se rio, definitivamente se estaba riendo, pero era una carcajada llena de nervios, tratando aparentar que sabía qué hacer cuando, en realidad, no era así. También había quedado marcando ocupado.

- Lina- no paraba de reír, lo cual también comenzó a causarme gracia, pero conservando aquella incomodidad exasperante.- Tranquila, no vi nada...

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora