Capítulo 41

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Lina

- Parece que tienes algo de fiebre, otra vez...- decía mamá, tocándome la frente. Negué con la cabeza, sonriéndole.

- No creo, mamá. No te preocupes...- le respondí, abrazándola un poco más. Ella se removió, alejándose unos centímetros de mi persona.

Tenía algo de escalofríos, mientras sentía que en mis piernas había algo que me provocaba un cosquilleo interno.

- Estás temblando... Voy a buscar algo de agua.- cogí su mano, deseando que se quedase a mi lado. No quería que se marchase, estaba tan feliz con ella.

- Mamá, no. No lo necesito, me siento bien.- le insistía. De hecho, comparando mi estado actual con el de otras jornadas, estaba realmente mejor. Antes, el hecho de estar despierta durante tanto tiempo me era más que dificultoso, casi como algún tipo de desafío. Dolía estar consciente, pero la aflicción que me estaba acometiendo era bastante menor.- No te vayas...

Miró cómo la agarraba, percibiendo lo débil que la sostenía. Me divisó con ternura y me sonrió a los pocos segundos. Posó su otra mano sobre la mía y la fue alejando de sí.

- Volveré altiro. Solo iré a buscar lo necesario. Prefiero que te baje la fiebre a quedarme aquí, preocupada y con el corazón oprimido.- seguía diciendo. Sabía que no conseguiría que me hiciese caso, menos cuando tenía toda la razón del mundo.

Dejé caer mi brazo, sin importarme la rapidez a la que lo haría ni cómo la fuerza de gravedad lo hacía sucumbir ante sus efectos.

- El doctor debe de haberse quedado dormido en el comedor. No lo he escuchado subir...- comentó, como si eso fuese a distraerme de mis anhelos momentáneos.

- Estuvo haciendo muchísimo hoy. Bueno, todos los días lo ha hecho y por las noches no se detiene. Creo que esta es la primera velada en la que él logra descansar... Siempre viene a verme cada cierto tiempo.- hablé, sintiéndome más que agradecida por el esfuerzo que todos estaban realizando. Asintió, sin parar de emitir esa hermosa sonrisa que en incontables instancias había calmado a mi corazón.

- Entonces, me toca serle de ayuda.- finalizó, aludiendo a su constante y típica determinación en todo lo que hace y decide realizar. Sus decisiones eran irrefutables e imbatibles.

Reí levemente, notando cómo me dolía el solo hecho de sacudirme un poco. Acallé estas ganas de demostrar la gracia que estaba presenciando, cubriendo mi abdomen.

Mamá me observaba con pena, con preocupación. Era sabedora de lo trastocada que debía de haber estado. Cuánto quería abrazarla en esos días en los que ella me visitaba, mas me era imposible en aquel entonces y era como si mi mundo entero se volviese la misma nada.

Me hizo una señal, avisándome que se iría para regresar en un rato infímo, despreciable. Afirmé, animándola a salir. Me miró por última vez antes de dejarme sola en el cuarto. Tomó aire y entendía cómo eso la ayudaba a manejar sus nervios y todas esas sensaciones que estaban llegando a su persona por el solo hecho de imaginar mi dolor.

Al dejarme en aquel silencio tan pacífico, cerré mis ojos e intenté de acomodarme en la cama. Estaba tan agotada de todo y no sabía cómo lidiar con tantas emociones y pensamientos aglutinados.

Cuántas ganas me habían dado en estas horas de regresar a mi hogar, con mi familia y la comodidad que caracteriza lo conocido. Tan solo anhelaba percibir que las cosas se iban volviendo algo normales para mí. Me era imprescindible el verlos a todos... A todos.

Mi Erik...

Y una sonrisa se escapó de mis labios en aquel instante. Mi corazón palpitaba rápido apenas mencionaba su nombre y las mariposas que siempre habían residido en mi interior, seguían dándome aviso del amor inmenso que sentía por él.

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora