Capítulo 30

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Lina

Me miras.
Yo te miro.
Entre nosotros creamos un juego.

Me sonríes.
Yo te sonrío.
Nos conectamos en una danza de sentimientos.

Beso tus labios y mi corazón se embriaga con ellos. Te adoro, te quiero, te amo.

Los días habían pasado, tal vez muy fugaces. Había dejado a Erik en casa, después de llegar en el segundo día de la semana a la Ópera. Estaba algo cansada, todo me tenía más decaída que de costumbre. Era normal, estábamos pasando una fase difícil.

Rememoro nuestra posible "reconciliación" y mi boca se transforma en una sonrisa. Hace bastante que esperaba estar a su lado sin dolor ni pena. Pudimos abrazarnos, dormir juntos sin que el silencio opacase nuestra velada. Por fin estábamos distendiendo todo, por fin podía ver que todo llegaría a ser luz.

Miraba a mis compañeros, estaban más entusiastas que de costumbre. No entendía por qué, se me había olvidado la razón. Era una lástima, la había ignorado en un principio, restándole importancia. Ahora, no se cómo, me sentía más positiva, más entusiasta con las cosas.

Me encontraba tomando aire fresco en la azotea, luego de una práctica bastante extenuante. Este día martes era sutil, amistoso con el corazón.

Era impresionante cómo cambiaba todo cuando eras capaz de mirar de otra forma. Era hora de regresar al interior, adentrarme en ese mundo artístico.

Al entrar, el ambiente y su iluminación me impactaron levemente. A medida que bajaba, hasta llegar a la entrada del teatro, mi mente veía su alrededor de un modo más mágico y excepcional.

Estaba contenta, tenía que admitirlo.

Erik, solo con pensar en él ya me sonrojaba. ¿Por qué me sentía así si todavía no paraba de percibir esa desazón? Posiblemente, porque todo se estaba aclarando y la sinceridad era importante.

Era insólito notar cómo había cambiado mi actitud. Hasta yo lo sentía como algo místico, pues pasé demasiado tiempo con un decaimiento inconmensurable. Aún quedaba tristeza, son cosas que no se van ni olvidan con liviandad, pero la ilusión del momento que entrega alivio abarca esa oscuridas y la ilumina, esperando a que se vaya y dé una tregua.

Sin recordarlo, mientras caminaba por los pasillos, decidiendo dirigirme al comedor para consumir algún alimento, vi a Bruno salir de la habitación. Estaba cabizbajo, como si esperase algo que no llegaba o, mejor dicho, a alguien que no aparecía frente a su persona. Ese alguien, por lo visto en sus ojos en cuanto me divisó, era yo.

En ese instante, rememoré nuestra última charla. Debíamos de hablar, eso era seguro. Ya no quería que intentase acercarse a mí con aquellas intenciones, sentía que lo estaba ilusionando, incluso cuando no hacía cosa alguna que buscase aquello. Era mi amigo, éramos amigos, y me encantaba la relación que teníamos, pero se estaba transformando con cada jornada que pasaba y ya no era lo mismo, nada era igual. No deseaba que su corazón terminase dañado o herido con mayor profundidad; quería lo mejor para él, así que tenía el deber de ser sincera con su persona. También me abriría ante Bruno, aunque solo mínimamente, lo justo y lo necesario. No me permitiría emitir una nueva fuente de sospechas que nos encaminasen al peligro.

Me acerqué a él para saludarlo con el afecto de siempre, guardando aquel recato del ánimo actual. Me ponía nerviosa el charlar sobre aquello, me sentía culpable por la tardanza. Le provocaría una herida, pero esperaba que no fuese demasiado grande, que pudiésemos continuar con nuestra amistad, mas era difícil, era complejo. Tampoco deseaba que se sintiense menoscabado por mí o que me burlase de sus emociones al pedirle continuar con nuestra hermandad.

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora