Capítulo 40

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Erik

El amanecer, de alguna u otra manera, se volvía doloroso, demasiado doloroso. Estaba solo, muy diferente a las noches anteriores, muy distinto a cada mañana.

Los primeros días fueron más que angustiantes. No podía saber nada del resto con libertad e iniciativa propia.

Madame Giry iba y venía con noticias nuevas que dar.

Todo el mundo se había enterado de lo acontecido y nadie daba tregua a las especulaciones. Christine había permanecido en plena soledad en su cuarto, en aquella casa de las artes que había suspendido sus actividades.

Estaba preocupado, múltiples pensamientos acababan llegando a mi mente. En ellos, Lina era el principal motivo, el punto primordial del cual hablaba conmigo en plena privacidad, pero también estaba Christine.

Me imaginaba y hacía la idea de que no verla en estos días tenía por motivo el estar más en paz, el lograr recuperarse junto a su hijo de lo vivido (solo un poco, pues sabemos que cosas así no se olvidan ni pasan con tanta facilidad), añadiendo que deberían de querrer permanecer aislados del resto, del gentío que mira cruelmente y lanza sus sospechas sin más.

Sin embargo, estaba esperanzado de que llegaría un momento en el cual todos estuviésemos sonriendo, unidos y esperanzados por un futuro mejor y lleno de luz.

- Me voy a ver a Lina, Erik.- escuché una voz, viniendo desde el umbral de la puerta de mi habitación. Asentí, entendiendo que la pena, la impotencia, se iría volviendo algo más llevadero, aunque tenía miedo de que se convirtiese en una costumbre, pues aquello daba luces de cuánto tendría que haber pasado para llegar a tal punto.

- Está bien...- contesté, parándome de mi asiento para acercarme a su persona.- Cualquier cosa...

- Te lo diré de inmediato.- terminó la frase, interrumpiéndome.- Aunque todavía no despierte como tal... Está aquí, con nosotros.

Sus ojos hicieron conexión con los míos y sentí cómo estos empezaron a nublarse.

- Tranquilo...- posó una de sus manos en mi hombro, haciéndome cariño. Todas las mañanas me consolaba, brindándome una sonrisa.- Seguramente regresaremos juntas pronto. Solo debe de terminar con aquellos síntomas que me tienen tan...- terminó por suspirar. Entendía a lo que se refería, estaba igual.

Cada vez que llegaba, la encontraba realmente exhausta. Empezaba a sollozar en silencio, a pesar de estar frente a mí. Me sentaba a su lado, conteniendo mi dolor y confiando en que nuestra compañía diese sus frutos.

- Espero traer mejores noticias.- respiró hondo. Le sonreí, esperando que aquello le diese algo de confianza. Ambos queríamos que Lina regresase y lograr cuidarla entre los dos... Estar a su lado, permanecer a su lado.

Estar cerca de ella lo sería todo, el premio mayor.

- Cuídese, Madame, que todo salga lo mejor posible...- le deseé. Se limitó a asentir, mientras retomaba su camino. Quizá, solo como un tal vez, fuese a visitar a Christine. También necesitaba que alguien le entregase su apoyo.

Escuché la puerta principal cerrarse, dejándome completamente solo en aquel hogar. Inspiré con profundidad, anhelando sentirme mejor.

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora