Capítulo 37

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Erik

Mi corazón se encontraba paralizado.

Lo único que veía a mi alrededor era la punta de la pistola, la cual establecía como su destino a mi cabeza, y a Lina, que se encontraba a un costado.

No lograba dar crédito a lo que estábamos viendo. Raoul estaba desquiciado, fuera de todos sus cabales y no podíamos entenderlo.

Temblaba o así me sentía, pues creía que nadie lograba ver cómo me encontraba en realidad. Mi respiración se agitaba.

- No tienes idea de lo que estás haciendo, Raoul.- dije, aún sabiendo que no tenían el peso suficiente mis palabras. Le había indicado a mi Lina que aguardara en su lugar, que no diera indicios de moverse, pero solo con ver sus ojos brillantes por las incipientes lágrimas me rompía el corazón.

- Claro que lo sé. ¿No crees que es hora de pagar por todo lo que hiciste?- contestó ese hombre. Christine estaba detrás de mí, apretando mi camisa.- Es hora de que pagues por todo el daño que hiciste.

Sus ojos se unieron con los míos.

- No intentes darle una razón a tus acciones erradas y desmesuradas.- respondí, siguiendo el juego. Tragué duro en cuánto las imágenes, las voces del pasado volvían a mí.

- Cuántas desgracias causaste... A cuánta gente dañaste...¿Y aún piensas en ser feliz?- dirigió su mirada a mi novia, provocando que me tensara.

Le sonrió con sarcasmo. Nada bueno saldría de sus labios, de esa voz que solo buscaba hacer daño.

- ¿Eres consciente de todos los crímenes que cometió tu amado?- inquirió, apelándola directamente. Lina se mantuvo estática, divisándome y tratando de decirme que todo estaría bien...

Pero ella no sabía todo lo ocurrido en aquellos años.

Solo lo que había decidido contarle, lo que había optado por hacerle saber. Había sido egoísta, realmente egoísta al creer que eso era mejor para ambos, mas...

Las cosas no habían sucedido como el mundo lo creía, como las personas de la Ópera, en ese entonces, difundían entre sí y a su alrededor.

Había sido difamado, una y mil veces, sellando mi propio destino, esta vida que no les pertenecía, gracias a sus viles mentiras, a sus inventos despiadados, a esos intentos por evadir una realidad que no se ceñía a mi persona.

En parte, fui condenado en base a las calumnias que levantaron en mi nombre... Aunque, ni siquiera eso, sino en base al "Fantasma de la Ópera". Y yo no era un espíritu, yo no era un criminal ni un delincuente, yo no era un asesino...

Yo era un hombre, un joven que empezaba a encontrarse consigo mismo, que anhelaba una vida normal después de solo ver oscuridad y soledad, mas que no tenía fuerzas ni el valor, la gallardía suficiente para enfrentar a aquel mundo tan despiadado que había roto todo de mí. El miedo me carcomía, me alentaba a quedarme en mi lugar y a no pensar en acciones que me sacaran de aquel vacío en el que me había sumido.

Yo solo deseaba amar y ser amado, no engañado ni ensuciado.

Soy un hombre, un humano, no una leyenda. También tenía sentimientos, no era un monstruo ni una calamidad. Solo había nacido diferente, pero ¿quién no es distinto al otro? Nada, ni siquiera los que se consideraban "normales". Tenía un corazón sano, puro e intacto, pero lo tomaron y estrujaron, lo trataron como se les dio la gana...

Me fijé en Madame Giry, quien parecía querer tomar cartas en el asunto. Le hice un gesto, lo más disimulado que podía. No debía de arriesgarse...

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora