Capítulo 44

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Lina

Estába sentada en la mesa ubicada en el patio delantero de la casa. Admiraba al Sol, tratando de no cegarme a los primeros segundos, y me centraba, más tarde, en la naturaleza ubicada delante nuestro.

- Listo, mi Lina.- mi novio llegó a mi lado, sonriéndome. De inmediato me sorprendí diciéndome que estaba demasiado guapo con aquella camisa, abierta en los primeros botones de esta y con las mangas un poco arremangadas.- Vamos.- asentí, súper risueña, pues mi pensamiento había sido demasiado vergonzoso y sincero para mí.- Perdón por tardarme, pero sí que hace mucho calor.

Reí levemente.

- No te preocupes, yo también estaba muy acalorada.- me fue levantando, ya sola, sin tener que apoyarme demasiado en la mesa.

Ya habían transcurrido varias semanas desde mi regreso a casa y lo sucedido más tarde. Por fin había podido recuperarme lo suficiente como para ir moviéndome y valiéndome por mí misma en varias situaciones.

Noté que me estaba entregando su brazo, con el fin de que lo tomara y apoyase en él.

- Ahora sí, emprendamos nuestro paseo.- me alcé un poco para darle un beso en la mejilla, pero este, sin prevenirlo, se giró, estampando sus labios contra los míos. Como fue inesperado, nos reímos de inmediato.- ¡Oye!- le grité, haciéndome la molesta, pero sabiendo que me había encantado del todo.

- ¿Qué? ¡Fue un accidente!- me respondió, acercándose a mí. Yo, por mi parte, también fui eliminando la distancia que había entre nosotros hasta que las puntas de nuestras narices se encontraron. Nos miramos por una milésima de segundo y terminamos de unirnos, entregándonos un pequeño y hermoso regalo que los dos estábamos formando con nuestro enlace especial.

Después de mucho tiempo, habíamos logrado hacer de nuestras vidas algo tranquilo, hermoso y perfecto. Sí, todas las jornadas que tuvimos que sortear hasta este día fueron más que complejas, pero lentamente pudimos desprendernos de aquellas, de esa injuria, de ese dolor tan insoportable. Ya estábamos aquí, los dos, juntos, sin que nadie nos pusiese en peligro, sin que nadie nos amenazase con separarnos. Finalmente, podíamos ser nosotros mismos y disfrutar con la compañía que nos dábamos y apreciábamos con nuestros corazones enteros.

Al separarnos, para volver a respirar, nos vimos con un cariño inextinguible.

- Te amo muchísimo, mi Erik.- le dije, mordiéndome el labio a la vez que sonreía. Este me devolvió el gesto, deslumbrándome.

- Yo también y te adoro desde aquí hasta el infinito y mucho más allá.- no pude evitar que mis latidos acrecentasen su ritmo. A modo de respuesta, esta vez sí le robé un beso en la mejilla, apretándome contra su brazo.

Así fue que, empezamos a caminar.

Sentirse así de en paz, de tranquila, parecía ser un sueño demasiado maravilloso, pero lo que lo hacía más hermoso era el hecho de que, no se terminaría, por nada del mundo. Ya habíamos pasado suficiente para saber lo fuerte que era nuestro cariño, nuestro amor.

- Qué bien que salimos a esta hora. Hubiese sido antes, no sé qué sería de mí con tales temperaturas.- murmuré, apreciando que en poquito tiempo más ya se iría escondiendo el Sol.

- Sí, concuerdo contigo. Quizá por esto nos guste más el otoño y la primavera.- le sonreí, mostrándole que esta en toda la razón.

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora