Capítulo 28

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Lina

Gustave tocaba el piano.

Yo le ayudaba con el cambio de hojas.

Gustave movía sus manos frenéticamente.

Yo recordaba a Erik, tal cual aquellos días en que pasábamos tardes enteras sumidos en el instante, en la magia candorosa de la creación y el sentimiento, la extrapolación de los sentidos.

Gustave me pidió, cariñosa y amablemente, que fuera a buscar unas partituras que se le habían quedado en su cuarto, dejando las ya usadas y aprendidas en la habitación. Me suplicó para que fuera por ellas, diciéndome que su madre estaría allí o que la abriera sola, pues no habría llave puesta.

Accedí, porque estaba practicando y era importante.

Salí de la habitación, dejando atrás una de sus sonrisas, respirando hondo y deseando no encontrarme con esa pérfida mujer.

Mis oídos iban sintiendo el sonido de diversos instrumentos provenientes de diferentes salas. Me deleitaba poder percibir el arte rodeándome.

Mi corazón palpitaba a su ritmo normal, pero me sentía decadente, casi inerte a todos los estímulos, perdiendo reacción alguna ante estos.

Así me encontraba desde que salí de casa, desde que dejé atrás a Erik, con su cara envuelta en llanto y dolor, mientras a mí me atravesaba de principio a fin una daga, una espada mejor dicho, implacable e insoportable.

No quería nada con nadie, menos con Christine, pero...Bueno, su hijo era mi amigo y no me costaba hacerle favor alguno.

Sin embargo... Hubiese deseado que partiera con toda su individualidad a realizar la labor que me pidió con consideración. Gustave, no te costaba nada levantarte de tu asiento, aunque... No estaba segura de querer que observaras lo que yo.

Entonces, cruzando los pasillos y con los papeles en mano, entre mis brazos, admiraba cada detalle como solía hacerlo, hasta llegar al pasillo del cual provenía el sonido de unos violines alzando su voz, a la vez que un piano los acompañaba y marcaba el ritmo.

La melodía comenzó a sonar, tan suave y tan gentil, tan cerca de mi destino. Me estaba sintiendo flotar en medio de la agudeza, de esa fluctuación de las notas provocada por el vibrato incesante que los músicos llevaban a cabo.

Definitivamente, conocía el nombre de aquella canción, de esa composición que tanto me fascinaba y actuaba como deleite para mis oídos. No era realmente antigua, pero sentía que marcaría el corazón de muchos en un futuro.

Místicamente, justo en un momento como este, empezó a sonar e irradiar su poder, dando a entender que era la indicada, que era la música perfecta para un instante detonador y catastrófico, el cual, sin control alguno, cayó y se estrelló contra todos nosotros.

"Introduction and Rondo Capriccioso" de Saint- Saëns era una obra maestra. Por suerte, estaba aprendiendo con bastante ahínco en el teatro.

Entonces, mientras paseaba mi vista por los tapices tan hermosos y detallados, rezando en mi mente no verla a ella, un escalofrío repentino recorrió el espacio que dibujaba mi columna a través de mi espalda, creando una trayectoria bien delimitada y tomándome por completa sorpresa.

Era un presentimiento, ese instinto que nuestro Ángel Guardián nos mandaba para darnos aviso, para prepararnos y protegernos, pero no sabía cómo interpretar esa sensación, por lo que me vi perdida en esa turbación tan especial, tan única y, hay que admitirlo, un tanto perturbadora.

De esta manera, seguí mi camino, mirando al suelo, sin hacer caso a mi delantera ni lo que había en ella, por lo que, de pronto, sentí un impacto demasiado inesperado, haciéndome mirar hacia delante con rapidez y alerta. Las hojas que tenía en mis brazos descendieron por la reacción de mi cuerpo ante el golpe.

Los Límites de Nuestro Amor Eterno (Un fanfic de "El Fantasma de la Ópera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora