El pecado como cáncer

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Primero David, luego su familia y después la nación

¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío! (2 Samuel 18:33)

Pecados: mucha gente los considera actividades erróneas menores. Si uno comete demasiados, tal vez sea atrapado y castigado. Sin embargo, uno o dos aquí y allá no harán gran diferencia.
La Biblia considera al pecado más bien como células cancerosas. Una o dos aqui y allá hacen una gran diferencia -muchas veces la diferencia entre la vida y la muerte. Visto que las células cancerosas crecen, se multiplican y lo invaden todo, quizá haga falta una cirugia mayor para salvar la vida.
Los capítulos 11-20 de 2 Samuel parecen describir la historia de un cáncer que se va diseminando. Al principio, David estaba en la cumbre del mundo y también lo estaba Israel. La guerra civil había terminado, el país estaba en paz e Israel estaba ingresando en una época de prosperidad sin antecedentes. Dios había prometido ocuparse de que los descendientes de David tuvieran un reinado continuo para siempre. ¿Qué más podría pedir David? El resto de la vida se presentaba como una larga celebración.

El cáncer crece

Esa celebración nunca comenzó. Una noche David contempló la belleza de Betsabé y en un impulso la mando a buscar. El encubrimiento de este desatino demando un asesinato. Nadie podía negar que se trataba de un asunto sucio: hasta David mismo lo admitió cuando Natán se le enfrentó. Pero el asunto pronto terminó. David se arrepintió. Se casó con Betsabé. Su intención era no volver a caer en esa tentación.
Pero las consecuencias de ese pecado estaban lejos de haber terminado. Sin que David lo supiera, el cáncer estaba creciendo en su propia casa. El hijo mayor de David, Amón, también sentía debilidad por las mujeres. Con una trampa trajo a su media hermana Tamar a su cuarto y allí la violó. Después, lleno de repugnancia, la echó.
David estaba furioso. Pero quizá porque su propio pecado le había privado de autoridad moral, no hizo nada para castigar a su hijo. Según la ley (Levitico 18:9-29), Amón merecia el destierro, pero quedo sin castigo. Aparentemente David quería que el asunto cayera en el olvido.

Un personaje de sangre fría

No cayó en el olvido, simplemente desapareció de la vista. Absalón esperó dos años enteros para vengar la violación de su hermana. Luego asesinó a Amón a sangre fría. Una vez más David fue rápido para la lamentación y lento para el castigo. Lloró la muerte de Amón, pero quizá reconoció su propia responsabilidad en ella. Después de tres años David permitió que Absalón regresara a Jerusalén sin ser castigado; dos años más tarde, cuando Absalón demandó airadamente ser juzgado por asesinato o ser recibido plenamente en el palacio (14:32), David selló la reconciliación con un beso.

Una vez más el cáncer desapareció de la vista. Pero no se había ido; siguió creciendo. Ahora el arrogante Absalón comenzó un programa de relaciones públicas destinado a hacerle parecer mejor que su padre envejecido. Al fin de cuatro años, habiéndose vuelto bastante popular, puso en movimiento su sublevación. Tomado totalmente por sorpresa, David tuvo que huir de Jerusalén y marchar al desierto.
El impacto pareció despertar a David. Aunque había dejado la ciudad aturdido y lloroso, se repuso lo suficiente como para tramar hábiles maniobras. Cuando finalmente se llegó a la batalla, el ejército de David triunfó y Absalón fue capturado y muerto.

Un lamento por el hijo muerto

Para David el rey, la derrota de Absalón fue una gran victoria. Para David el padre, fue una tragedia horrible. La peor cosa que le podía suceder a un padre le había sucedido a él. Su propio hijo había tratado de matarlo y en el intento él mismo había muerto. David no pudo dejar de llorar por su hijo hasta que Joab, su general, le advirtió que estaba insultando a las tropas que habían luchado por él.
David se repuso. Poco a poco volvió a poner su reino en orden. Envió un mensaje reconciliador a los lideres rebeldes de su propia tribu. No se vengó de ninguna facción rebelde; al contrario, demostró una imparcialidad notable. Hubo otra rebelión, pero fue neutralizada pronto. Al fin parecía que el cáncer había corrido su curso.

Pero no todavia. David no tuvo más problemas con rebeliones durante el resto de su vida, pero después de su muerte Salomón mató a un hermano de quien sospechaba que tramaba apoderarse del trono (1 Reyes 2:25). Después del reinado de Salomón, volvieron a agudizarse las tensiones tribales y el norte y el sur, que David había entramado tan cuidadosamente, se rasgaron para siempre (1 Reyes 12). Tales pueden ser las consecuencias cuando un lider peca. Su cáncer no sólo lo devora a él; crece hasta afectar a todos los que lidera y socava toda su obra.

Preguntas vitales: Mucha gente ve, en algún momento, cómo vidas bien ordenadas se desintegran. ¿Qué es lo que hace posible que alguien vuelva a reunir los fragmentos, como lo hizo David?

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