El A.T a la luz del N.T

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¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, y lo entristecieron en los páramos!  Una y otra vez ponían a Dios a prueba; provocaban al Santo de Israel.  Jamás se acordaron de su poder, de cuando los rescató del opresor,  ni de sus señales milagrosas en Egipto, ni de sus portentos en la región de Zoán,  cuando convirtió en sangre los ríos egipcios y no pudieron ellos beber de sus arroyos;  cuando les envió tábanos que se los devoraban, y ranas que los destruían;  cuando entregó sus cosechas a los saltamontes, y sus sembrados a la langosta;  cuando con granizo destruyó sus viñas, y con escarcha sus higueras;  cuando entregó su ganado al granizo, y sus rebaños a las centellas;  cuando lanzó contra ellos el ardor de su ira, de su furor, indignación y hostilidad: ¡todo un ejército de ángeles destructores!  Dio rienda suelta a su enojo y no los libró de la muerte, sino que los entregó a la plaga.  Dio muerte a todos los primogénitos de Egipto, a las primicias de su raza en los campamentos de Cam.  A su pueblo lo guió como a un rebaño; los llevó por el desierto, como a ovejas,  infundiéndoles confianza para que no temieran. Pero a sus enemigos se los tragó el mar.

Salmo 78:40‭-‬53 Nueva Versión Internacional

Nunca entenderás por completo la buena nueva del evangelio hasta que no comprendas por qué necesitas ser rescatado.

Jesús nos ha rescatado del pecado por medio de su vida, muerte y resurrección así como el don del Espíritu Santo. En este salmo podemos ver un vistazo de aquello de lo que hemos sido rescatados.

Lo primero, vemos la naturaleza del pecado, el cual es la rebelión contra Dios: «Se rebelaron contra él» (v.40). No se trata de un acto singular. El salmista escribe: «Cuántas veces  […] una y otra vez» (vv.40–41). El pecado viene de no confiar en el carácter de Dios, la palabra de Dios y las acciones de Dios (vv.41–43).

Lo segundo, vemos las consecuencias del pecado, el cual aflige a Dios (v.40) y lleva a la ira, el enfado, la indignación y la hostilidad (v.49). En última instancia, lleva a la muerte (v.50).

Los egipcios no fueron los únicos en pecar (vv.43–51); también lo hizo el pueblo de Dios (vv.40–42) y a pesar de eso Dios los rescató redimiéndolos (v.42): «A su pueblo lo guió como a un rebaño; los llevó por el desierto, como a ovejas» (v.52). Los guió infundiéndoles confianza para que no tuvieran miedo (v.53). Todo esto fue en preparación del gran plan de rescate de Dios por medio de Jesús.

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