Una catedral portátil

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Un espectáculo único en el desierto

Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión. (Éxodo 35:21)

Hace miles de años se construyó una obra de arte maravillosa y los últimos capítulos de Éxodo nos la presentan con gran detalle. En un terreno hostil y desértico, una tribu de esclavos recién liberados construyó una obra de belleza exquisita: una catedral o tabernáculo portátil.
Dios dirigió el proyecto personalmente, dotando de cualidades especiales a los artesanos (31:1,6) y elaborando aun hasta el detalle del color, los hilos trenzados, el tamaño exacto de las cortinas y los marcos de madera y el diseño de la filigrana de oro. El pueblo de Israel se unió en una gran actividad, siguiendo cuidadosamente el modelo que Dios les había dado. Se utilizó una tonelada de oro en el proyecto, así como casi cuatro toneladas de plata y grandes cantidades de piedras y maderas preciosas.

Dios entra en su nueva residencia

Después de describir la construcción del tabernáculo con gran detalle, la Biblia le dedica apenas cinco versículos completos, los últimos cinco de Exodo, a su culminación. En un lenguaje muy usual, esas frases registran un acontecimiento muy importante.

A lo largo del libro de Éxodo, Dios se ha ido revelando progresivamente a Moisés: una vez en una zarza ardiente, otra vez en una forma misteriosa junto a una roca, otra vez en una montaña que se estremecía y con frecuencia en la Tienda de Reunión, cubierta por una nube. La presencia de Dios causaba tanto pavor y asombro que el pueblo de Israel suplicó que no les hablara directamente (20:19). Cuando Moisés descendió del monte Sinaí después de su encuentro con Dios, resplandecía como si tuviera radioactividad y todos estaban demasiado asustados como para acercarse a él (34:30).
Sin embargo, el día en que el tabernáculo quedó terminado, este mismo Dios entró a residir ahí. Su gloria llenó el nuevo tabernáculo. Dios estableció su residencia con su pueblo.

Un recordatorio visible

Desde entonces, cada vez que los israelitas marchaban o acampaban, su catedral portátil era ubicada exactamente en el centro del campamento. Las tiendas y las pertenencias personales de los israelitas se ubicaban alrededor del Lugar Santísimo y el Arca del Pacto. El Tabernáculo les dio un recordatorio visible del lugar central que Dios ocupaba en su vida. Cada día los sacerdotes ejecutaban allí sus funciones de sacrificio y adoración.
La historia del tabernáculo, que ocupa una tercera parte de Exodo, revela mucho acerca del carácter de Dios. El nunca puede ser tomado a la ligera; los ritos que se mencionan aquí y en los tres libros siguientes demuestran que uno se debe acercar a Dios con cuidado y reverencia. El no puede ser experimentado en forma directa en su plenitud, por la gente común; el Dios santo es simplemente demasiado abrumador. Ni siquiera Moisés, nos dice Exodo, podía ver el rostro de Dios y permanecer con vida (33:20).
Sin embargo, en forma por demás admirable, el mismo Dios que parecía tan distante, se acercó. A pesar del gran abismo que separa a Dios de la humanidad —un abismo que todas las normas de santidad y purificación sólo insinúan— Dios permitió que tuviéramos acceso personal a él. Él mismo se puso a nuestro alcance.

Preguentas vitales: ¿Dónde "vive" Dios ahora?

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