La tierra prometida se convierte en un sangriento campo de batalla
Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual yo había dicho: Mi nombre estará allí. (2 Reyes 23:27)
2 Reyes habla de días tenebrosos en la tierra prometida. Primeramente, el Reino del Norte, Israel, cayó ante los invasores extranjeros. Luego Judá, el Reino del Sur, fue conquistado. Para apreciar lo que esos dos acontecimientos significaron en la historia del antiguo pueblo de Dios, considere las dos grandes guerras de nuestro siglo.
En 1918 llegó a su fin la guerra más sangrienta de todos los tiempos. Todo el planeta había escogido a sus favoritos. En suma, nueve millones de soldados murieron. Los sobrevivientes pensaron que nada podría superar nunca la ferocidad y destrucción de la Gran Guerra. La llamaron "La guerra para terminar con todas las guerras".
Sin embargo, en apenas 20 años, un hombre llamado Adolf Hitler hizo rebrotar la guerra. En la Segunda Guerra Mundial, la violencia global se extendió desde Londres, en el occidente, hasta Japón en el oriente. La guerra concluyó finalmente con una enceguecedora nube con forma de hongo, que quedo como símbolo aterrador para el futuro.Dos grandes manchas en la historia
Pase lo que pase, el siglo XX ha sido ensuciado para siempre por esas dos grandes manchas: la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Todo lo demás —el arte, la literatura, los adelantos de la ciencia y de la medicina— se desvanece ante ese trasfondo.
Según lo narra 2 Reyes, algo muy parecido ocurrió con las dos naciones que alguna vez constituyeran la nación que Dios quiso construir. Dos grandes manchas se extienden por el país: dos invasiones sucesivas por gigantescos poderes extranjeros. En la historia larga y turbulenta del antiguo pueblo de Dios, estas dos invasiones se destacan como las Grandes Guerras, eclipsando prácticamente cualquier otra cosa.
El Reino del Norte, Israel, cae primero
El reino único gobernado por David y Salomón ya se había dividido (1 Reyes cuenta tal suceso). Su secuela, 2 Reyes, describe la creciente tragedia.
Desde los primeros capítulos uno se da cuenta de la crisis que amenaza al Norte. Ni uno solo de los reyes del Norte siguió los caminos de Dios. La política nacional cayó en un inacabable ciclo de intrigas y revueltas. Mientras tanto, Elías y Eliseo intensificaban sus críticas a los reyes, y los milagros se sucedían con una frecuencia poco común.Las campañas de Asiria -la "Primera Guerra Mundial" de la historia de Israel- están asentadas en 2 Reyes 15 a 18. Otros registros de dicho período hablan de luchas de crueldad inusitada. Samaria, capital de Israel, se plantó en una heróica resistencia contra un sitio de dos años. Finalmente, los sobrevivientes -casi muertos de hambre- se rindieron y la gente de Israel fue llevada en cautiverio.
Ahora sólo quedaban dos tribus en la tierra prometida, refugiadas en el pequeño Reino de Judá. Final mente, el rey Senaquerib de Asiria se volvió también contra Judá, llegando hasta las mismas murallas de Jerusalén. Arrasó 46 ciudades amuralladas y se llevó 200150 personas, jóvenes y viejas, junto con todos sus caballos y mulas, ganado y posesiones. Con desprecio descartó al rey Ezequías como "un pájaro en su jaula".Un breve resurgimiento
¿Podría una pequeña nación como Judá sobrevivir a tal embestida? De alguna forma el "pájaro enjaulado" (Ezequías) logró una notable recuperación, y Judá sobrevivió otros 135 años. Con todo, Judá no aprendió la dramática lección objetiva de la destrucción de Israel. La mayor parte de los reyes que siguieron a Ezequías no quisieron obedecer a Dios. Otro invasor extranjero, el imperio babilónico, finalmente arrasó a Jerusalén en la "Segunda Guerra Mundial" de aquella época.
El libro de Reyes termina con un panorama sombrío: muestra a refugiados buscando comida entre los escombros de Jerusalén y a los judíos esclavizados por poderes extranjeros. El templo mismo, la casa de Dios, estaba en ruinas, y sus tesoros habían sido llevados a Babilonia. Cuando finalmente se asentó el polvo, allá por el año 600 a. C., los israelitas estaban desparramados entre las naciones.
Durante todo este tiempo, los profetas habían formulado advertencias elocuentes acerca de lo que le acontecería a la nación que le diera la espalda a Dios. Pero nada causa mayor impacto que las lecciones objetivas que la historia da. Desde ese entonces, los judíos han contemplado su historia y han sido aleccionados por estas dos manchas indelebles. Aquellos fueron los días oscuros de Asiria y Babilonia, cuando todo se desbarató.
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Profundizaciones de la Biblia (Antiguo Testamento)
Non-FictionCuando compran algún electrodoméstico o algún dispositivo, es común que traiga un manual de uso. Y que este mismo haya sido escrito por el inventor de tal dispositivo; con el propósito de que se le de un adecuado uso, y para que lo disfrutes al máxi...