Levítico: El Libro de la Purificación

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Cómo debía Israel acercarse a Dios

Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. (Levítico 26:11-12)

Levítico es uno de los libros más difíciles de leer de todo el Antiguo Testamento. Tiene pocos relatos o personalidades. Tampoco tiene poesía. En cambio, está lleno de reglamentos, de estatutos muy puntillosos y de rituales. Muchos de estos rituales nos recuerdan cosas que vemos en otras religiones -los ritos de purificación de los sacerdotes hindús y los ritos litúrgicos que se ven en muchas de las sectas indigenistas que están apareciendo en la América Latina.
Sin embargo, y a pesar de lo difícil que es de leer, el libro de Levítico tiene una tremenda lección para todos nosotros. En el mismo, Dios les enseña a los israelitas y a nosotros los terribles peligros del pecado. Los rituales por los que tenía que pasar Israel demuestran los ponzoñosos efectos del pecado; subrayan la realidad de que un solo pecado puede contaminar todo nuestro ser, así como una gota de veneno se disemina por todo un vaso de agua.

Acercándose a Dios

Al leer este libro, recuerde que puede ser dividido en dos partes. La primera parte (capítulos 1-17) se ocupa de cómo debía Israel acercarse a Dios. La nación había pecado y Dios era un Dios santo y sin mancha. Su santidad quedaría contaminada si él tolerara el pecado de ellos. Por eso se prescribieron elaborados rituales y ofrendas, para enseñarle a Israel que no podía simplemente entrar con descuido ante la presencia de Dios. Todos estos ritos y ceremonias nos hacen mirar hacia lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz del Calvario.

Pablo dice, "Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Gálatas 6:14). El dice que la cruz, o sea la muerte de Cristo, es la cosa más importante acerca de Jesús -no su enseñanza, ni sus milagros, ni su ejemplo inspirador, ¡sino su muerte!
La muerte de Jesús fue efectuada como sacrificio por todos nuestros pecados, siendo por ello el cumplimiento de todas las ceremonias y ritos del Antiguo Testamento.
El escritor del libro de Hebreos lo describe de esta manera: "No por sangre de machos Cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:12-14).
En este pasaje, el escritor demuestra que Jesús es el cumplimiento de todos los sacrificios de que se habla en Levitico. El sacrificio de Cristo en la cruz ha hecho innecesario el sacrificio diario de animales. La vida perfecta de Jesús que se acredita a nuestro favor nos pone en la misma situación como "sí nunca hubiésemos pecado". La Biblia llama a esto "estar justificado".

Andando con Dios

La sección restante de Levítico le enseña a israel a andar con Dios una vez que hayan entrado, en su pesencía. Necesitarnos recordar los principíos que se nos enseñan en Levítico. Necesitamos que se nos recuerde constantemente que Dios es un Dios santo y que nada contaminado con pecado puede permanecer ante su presencia. Dios nunca ha tolerado el pecado en ninguna forma o cantidad. Pero al mismo tiempo necesitarnos recordar que Dios nos ha dado una manera nueva y diferente de lidiar con nuestro pecado. Ya no se hace mediante ritos ni sacrificios, sino que es por medio de la muerte de Jesucristo que podemos acercarnos a Dios y seguir andando con Él ahora y para toda la eternidad.

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