Deuteronomio: Un ruego personal

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La última oportunidad de Moisés frente al pueblo que amó

Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma. (Deuteronomio 4:29)

El libro de Deuteronomio contiene muchos discursos de Moisés, motivando a Israel y guiándolo para que entrase en la tierra prometida. En cuanto a extensión y poder emotivo, estos discursos no tienen igual en la Biblia. Moisés repasó una y otra vez, en forma apasionada, las mismas situaciones, reprochando a veces, pero mayormente demostrando la angustia y el amor de un padre. Hay en estos discursos un fondo de tristeza: Moisés sabía que no podría compartir el triunfo de entrar en Canaán. Dios había revelado que Moisés moriría antes de ese momento.
En Éxodo, Moisés se destaca por su corto genio y su renuencia a hablar. Su humildad y elocuencia, tal como se manifiestan en Deuteronomio, demuestran cuánto había avanzado en 40 años.
En lo hondo de su alma Moisés sentía que toda la historia del pueblo hebreo dependía de lo que sucedería a continuación. Estacionados a la vera del río Jordán, estaban a punto de entrar a la tierra prometida y enfrentar la prueba más crucial de sus vidas. ¿Cómo reaccionarían ante la nueva tierra? ¿Se mantendrían fieles a su pacto con Dios o lo rechazarían por los placeres más inmediatos que les rodearían?
Criados en el desierto, los israelitas poco sabían de la seducción de otras culturas: la sensualidad, las religiones exóticas, la deslumbrante riqueza. Habían pasado sus vidas en un aislamiento casi total, protegidos de la civilización. Y ahora marchaban a una tierra llena de seducciones.

Tres discursos

El primer gran discurso de Deuteronomio, en los capítulos 1-3, repasa el modo en que Dios había tratado a Israel. Moisés les recuerda la historia de Israel tal como él la había visto con sus propios ojos, mencionando detalles tales como los sistemas de riego de Egipto, la abrupta partida, el temible desierto con sus serpientes y escorpiones, y los asombrosos milagros de Dios. Su relato esta lleno de reflexiones personales, como el de un padre que le cuenta a sus hijos lo que deben recordar cuando él ya no esté.
El más largo de los discursos, que va del capítulo 4 al 26, repasa el código moral y civil al que los israelitas habían consentido obedecer. Aun aquí se transparenta un tono personal. Moisés no detalla las leyes como si se tratase de un libro de texto; las considera, las elabora y las predica. Junto con las leyes incluye recordatorios, lecciones ilustradas y arranques personales.
En los capítulos 27 a 33 Moisés hace un resumen final y presenta el desafío final de parte de un anciano que enfrenta una muerte cierta. El presenta la elección con que los israelitas se enfrentan con toda la claridad a su alcance. El no estará con ellos cuando ellos escojan su futuro. Quedan librados a su propia decisión; tienen su destino en sus propias manos.

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