Un peligro invisible

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Tomando precauciones: como lo hace un cirujano que se apresta a operar

Diferencia entre lo inmundo y lo limpio.(Levítico 11:47 )

Durante muchos años la cirugía fue el último recurso, un recurso desesperado al que sólo recurrían los enfermos desahuiciados. Los cirujanos nada sabían de los gérmenes. Sin lavarse previamente, se ponían la ropa que usaban para las operaciones, generalmente algún saco viejo endurecido por la sangre y el pus de numerosas operaciones anteriores. Tomaban el bisturí, que había sido "limpiado" con algún trapo viejo después de la última operación y se ponían a operar. La mitad de los operados morían.
Varios pioneros descubrieron las técnicas correctas para la esterilización. Pero cada uno de ellos fue criticado y humillado por sus colegas. Uno de ellos, el Profesor Samuel Semmelweis, descubrió que si los doctores se lavaban las manos la tasa de mortalidad descendía dramáticamente en las salas de maternidad. Pero los colegas de Semmelweis se le opusieron enérgicamente y aunque luchó a favor del lavado de manos durante toda su vida, murió sin ver que sus ideas tuviesen éxito.

¿Por qué tanta demora?

¿A qué se debió que los doctores fueran tan remisos a adoptar las técnicas de esterilización? La respuesta es simple: todavía no se habían descubierto los gérmenes. Los médicos no podían ver —y los reformadores como Semmelweis no podían mostrarles— ninguna razón por la cual lavarse las manos causaría alguna diferencia.
Más tarde, Louis Pasteur descubrió microorganismos bajo su microscopio. Entonces, los procesos de esterilización comenzaron a tener sentido —libraban batalla contra los gérmenes. Aun así, cada reforma, desde los guantes de goma hasta las máscaras de gasa, sólo fue aceptada con renuencia y oposición considerable. Es como si los médicos tuvieran dificultades para recordar que algo invisible podía ser tan mortal. Hicieron falta cincuenta años de educación y de reformas constantes antes de que la "técnica de la esterilización" llegase a ser un elemento rutinario de la cirugía y para que los gérmenes se convirtiesen en algo "real" para la mayor parte de los médicos.

¿Por qué tantas reglas?

Lo que los gérmenes son para el cirujano, la “inmundicia” es para Levítico. Los capítulos 11-15 describen precauciones elaboradas —qué animales evitar y cómo tratar enfermedades de la piel que eran "inmundas", ropa o paredes enmohecidas y emisiones corporales.
Los eruditos señalan que muchas reglas acerca de lo limpio y de lo impuro tienen un fondo de buenos hábitos de salud, como en el caso de la regla que obliga a poner en cuarentena a una persona que tenga una enfermedad infecciosa o la prohibición contra comer carne de cerdo (que tiene muchos parásitos).
Otros dicen que las leyes dietéticas tenían la intención de mantener a los israelitas apartados de sus vecinos. Los cerdos ocupaban un lugar muy destacado en el culto cananeo; por lo tanto, los israelitas no debían comerlos. Un patrón dietético divergente evitaría que ambos grupos se mezclasen socialmente, ya que la comida había sido siempre parte de la hospitalidad del Medio Oriente.
Hay también algunos expertos que proponen que las reglas en cuanto a la impureza simplemente se ajustaban a lo que los israelitas intuitivamente consideraban conecto. Dios reforzaba un sentido natural de repugnancia contra los insectos que se arrastran, las aves de presa, las emisiones corporales y las enfermedades de la piel.

La costumbre de ser cuidadoso

Todas estas explicaciones tienen su mérito, pero en el fondo de estas nociones acerca de lo limpio y de lo impuro está el elemento religioso. Quedar contaminado por lo impuro no era algo peligroso ni malvado. En realidad, uno apenas podía evitarlo. Prácticamente todo el mundo llegaba a ser "impuro" en algún momento, y necesitaba pasar por el proceso de purificación. Pero uno no podía adorar a Dios en el Tabernáculo mientras uno era impuro, ni traer nada inmundo ante la presencia de Dios. Su santidad lo destruiría —y también a quien lo trajera (Levítico 15:31).
Entendamos entonces que Levítico adiestra al pueblo de Dios a limpiar sus vidas con el mismo cuidado con que los cirujanos se ocupan de la esterilización. Los israelitas debían desarrollar el hábito de ser cuidadosos, aun en el caso de cosas que no pudieran ver ni sentir. Debían pensar en prepararse antes de ir a encontrarse con Dios y no hacer simplemente lo que les "parecía correcto".
No se trataba de cómo ellos se sentían acerca de Dios, así como nada importa cómo el cirujano se "siente" acerca de los gérmenes. Había patrones absolutos que declaraban qué cosas le serian aceptables a un Dios que es perfectamente puro, absoluto e incambiable. Así como los cirujanos tuvieron que luchar para tomar seriamente a los gérmenes, del mismo modo debía el pueblo de Dios aprender a "purificarse" para Dios.

Tocando lo impuro

Las reglas sobre la impureza que encontramos en Levítico están ahora fuera de moda a causa de la declaración de Jesús de que todas las cosas son limpias (Marcos 7:19; vea también Hechos 10:9-16). Pero los principios que hay detrás de estas reglas siguen siendo válidos. Aun hoy uno no puede acercarse a Dios descuidadamente. Cada persona debe examinar su vida para asegurarse de que la pureza de Dios no sea violada.
Hasta la llegada de Jesús, la diseminación lenta de la inmundicia parecía irreversible. Uno podía evitarla, pero no podía eliminarla. El contacto con cualquier cosa impura hacía que uno fuese impuro. Naturalmente, ciertas enfermedades, en especial la lepra, eran doblemente malditas; eran a la vez peligrosas e inmundas. Uno se mantenía absolutamente apartado de la lepra.
Y luego sucedió que Jesús tocó a un hombre leproso y éste quedó limpio. Jesús se dejó tocar por una mujer que "padecía de flujo de sangre" (Marcos 5:25) y ella fue sanada. Por primera vez era la pureza la que se diseminaba en vez de la inmundicia. Las reglas de Levítico dicen cómo evitar la impureza. Pero el contacto con Jesús purifica, convirtiendo lo inmundo en puro.

Preguntas vitales: Supongamos que el pecado fuese visible —que pequeñas manchas verdes apareciesen sobre la piel. ¿Piensa usted que eso le ayudaría a la gente a tomar el pecado más en serio?

   

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