Capítulo 31

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La sombra de la loba, hedienta a sangre coagulada, se acercó a ella con una parsimonia casi absurda. Sus ojos, de un potente anaranjado y cargados de una fuerza titánica, se clavaron en los suyos, fijos, notoriamente desafiantes. ¿A qué la desafiaba? ¿Por qué lo hacía? El ambiente estaba cargado de energía; la magia cosquilleaba en la piel. Salah suspiró; la sombra seguía acercándose. La sentía afín... armoniosa pese a su aspecto terrorífico e imponente. Sabía que era su alfa, o que alguna vez lo había sido. Formaba parte de su pasado, de su presente, y quizás de su futuro. Necesitaba llegar a ella... ¡cuán imperiosa era esa necesidad!, pero en ese sueño siempre sucedía lo mismo; el animal se difuminaba y ella se quedaba sola en la oscuridad.

Sin embargo, a cada despertar, le parecía que la loba seguía presente, firme en algún lugar de su pecho, acompañándola. Durante mucho había constituido el enigma de su existencia; otro eslabón suelto que convivía con el resto de los que recorrían su pasado y el de su hermano.

Despertó sudando y respirando entrecortadamente. Hacía calor, muchísimo. El aire no corría y el sudor le bajaba por la espalda copiosamente. Se desprendió de las frazadas, que le rasparon la piel húmeda, y bajó los pies al suelo tratando de recuperar el aliento. En la cama contigua, Alexandra se removió y se volvió hacia ella con los ojos entrecerrados. Sus demás compañeras de habitación dormían profundamente.

-          ¿Otra vez? – Preguntó, somnolienta, como con actitud de resignación.

Salah se limitó a asentir una vez antes de alcanzar su botella de agua de encima de la mesa de noche y bajársela en pocos segundos. La garganta le escocía de sequedad.

-          Esta vez casi he podido tocarla... - Reveló.

Alexandra puso los ojos en blanco.

-          Lo mismo que dices siempre. Deberías seguir el consejo de Mama Fela; alejarte de la loba en lugar de ir hacia ella. Eso es lo que acabará por curarte.

Salah discrepaba. Esa vez había sido diferente... La sensación era distinta. Más notoria y palpable aún ahora.

-          No es así de simple – contestó, tozuda –. Me llama, Alex. Y siento que está en algún lugar, esperándome. A mí y a Dim. A él le parece lo mismo.

-          Los huérfanos siempre se hacen esa clase de ilusiones – resolvió Alexandra –. Pero con ustedes no es tan simple... Oíste a la directora; su caso es el más particular de aquí; si en algún rincón del mundo aún existe un alfa de Slint Vain capaz de unirse con una hechicera blanca... - ladeó la cabeza –, será bajo tierra. Los suyos jamás lo permitirían si se enterasen. Por eso los abandonaron aquí... Pero tú ya lo sabes, no sé por qué sigo diciéndotelo.

Salah guardó silencio y se puso de pie. Necesitaba tomar aire.

-          ¿A dónde vas? – Alexandra hizo ademán de seguirla –. La prefecta te retará...

-          Duerme como un zapato – Salah se envolvió los hombros con un pareo y miró hacia la puerta tras la cual dormía Azula, el hada mayor a cargo de los residentes de su sector.

-          ¿Irás a la playa? – preguntó en tanto se bajaba de la cama para seguirla.

Salah ladeó la cabeza para detenerla.

-          Si nos atrapan a las dos...

-          No sigas – Alexandra pasó por su lado en dirección a la salida del dormitorio –. Si vas al mar durante la noche en una isla como esta, siempre es aconsejable tener a una sirena a tu lado – le guiñó un ojo y siguió adelante.

El lado oscuro de la luna- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora