El bosque rezumaba enérgicos y prolongados aullidos. Era una noche oscura, sin estrellas, con las nubes de tormenta aun palpitando encima de los lejanos contornos montañosos.
La camioneta daba saltos por el camino oscilante y bordeado de árboles. Sus focos delanteros eran lo único que permitía ver algo de los alrededores y de la ruta a seguir, pero aún con ese consuelo, Brizila conducía rígida y atenta a cualquier percance. Kara siempre les había advertido a ella y a Marcus que se mantuviesen alejados del bosque los días cercanos a la luna llena, y eso, junto con los aullidos, la penumbra, y todo cuanto había sabido esa noche, la tenían muy intranquila, igual que a Marcus.
Lena, sentada en la parte trasera, ya sabía que Kara y su cachorro habían arribado a la casa familiar. Su conexión con la magia había mejorado mucho, y podía percibir, desde su quietud, la esencia y movimientos de todo el bosque. Si giraba la vista en una dirección, le era posible avanzar a través de arbustos y helechos, troncos y estructuras, y dar con escenas que se desarrollaban a kilómetros de distancia. Ahora mismo, Kara se transformaba y se cubría con un poncho de lana para ingresar a la casa donde residía el resto de su manada.
- ¿Puedes ir un poco más de prisa? – Preguntó, exasperada por el paso de tortuga al que los llevaba Brizila. Tendría que haberse marchado volando.
- ¡Es mejor tener cuidado en esta zona! Nadie se aproxima mucho, porque dicen que hay animales salvajes – Señaló la otra joven.
- No más de los que ya conocemos – respondió Lena –. Los Slint Vain son muy territoriales. Aquí no hay nada más que animales de caza para ellos.
Marcus y Brizila se miraron.
- Ya no eres la misma Lena, ¿eh? – comentó Marcus –. Esa que andaba con Ámbar de arriba abajo y que se juntaba con los bravucones...
Lena se sorprendió cuando recordar el rostro al que pertenecía ese nombre se le dificultó verdaderamente. No había pensado mucho en su vida antes de aquella odisea de recuerdos y percances sobrenaturales, y en los últimos días, ni siquiera se había acordado de Ámbar, o siquiera de Amanda, su actual hermana menor. O de Lilian, o de su padrastro... ¡Vaya, y pensar que cuando formaban parte de su vida, había creído que tenía problemas serios! Ahora sus problemas excedían a la seriedad. Eran una completa locura.
Esa nebulosidad la venía embargando muy discretamente... Tanto, que apenas si se daba cuenta de lo que perdía en el proceso. Mientras más se adentraba en sus >>yos del pasado<<, más se alejaba del presente y de lo que había sido en él. Aunque, de cierta forma, eso parecía inevitable. Como había dicho Marcus, ya no era la misma Lena, y jamás volvería a serlo. Ese nombre comenzaba a parecerle borroso... Cada vez se identificaba menos con él. Pero tampoco podía adoptar el de Ryvy, porque estaba muy alejada de aquella semi – diosa guerrera que en algún punto había sido. Quizás algo de ella aún latía en su alma, pero de forma tan remota, que no alcanzaba a hacerle mella.
- No – contestó –. Ni remotamente.
Por encima de la casa de los Danvers brillaba una luna amarillenta y veraniega. Las luces estaban encendidas, y la monumental estructura, con sus diseños antiguos y terminaciones arquitectónicas ya fuera de uso, marcaba una gran presencia en medio de los árboles.
Lena fue la primera en bajar y dirigirse a grandes zancadas a la puerta. Antes habría vacilado, intimidada por las auras hostiles que despedía el corazón del territorio de los Danvers, que parecían querer repelerla. Ahora era demasiado poderosa como para dejarse apocar por unos cuantos lobos poco hospitalarios. Además, si bien confiaba en que Kara podría arreglárselas sola con su familia, quería estar a su lado cuando se presentara ante ellos, o al menos durante el relato de sus desventuras.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfic" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...