Capítulo 10

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La víspera del retorno de los recuerdos transcurrió dentro de una nube de desconcertante agitación; la irrealidad absorbió a Kara y la sacudió con una fuerza demoledora, arrojándola fuera y dentro de su propio cuerpo hasta que la devolvió al presente con una enorme descarga de violencia.

Estaba completamente segura de que nunca en su vida había sentido un dolor como aquel. Al recuperar la conciencia luego de una explosión monumental, todo se había vuelto rojo ante sus ojos. Pasaron unos segundos antes de que su visión se enfocara y sus sentidos regresaran a ella; luego llegó ese ardor endemoniado, y tras eso la confusión y el revuelo de las ideas y los instintos entremezclados.

Aún sin ser del todo dueña de lo que hacía, rodó sobre sí misma. El fuego estaba por doquier; le quemaba la piel y estaba adherido a su ropa. En medio de un despliegue de lógica, se arrancó los harapos que apenas la cubrían y gruñó, sosteniéndose sobre las rodillas y las manos y apretando los ojos. Sus heridas, al alejarse del fuego, comenzaron a sanar al instante, pero el humo aún la sofocaba y le impedía ver con claridad.

El Slint Vain latía en su corazón queriendo salir, pero Kara lo retenía con toda su voluntad. Si se convertía, perdería todo control sobre sí misma. Podía lidiar con el dolor y conservar su humanidad, sí, pero no con el fuego. El fuego sacaba lo peor del animal. Lo peor de la bestia.

Tosió un par de veces y se clavó las garras en las palmas de las manos. Era la forma de acelerar el proceso de curación. No sabía cómo había llegado al bosque, pero allí estaba, y también el auto de Lena, que ardía frente a ella, quizás con su propietaria aún en el interior.

No, pensó. Lena no podía estar allí. ¿Qué sentido tendría? Hacía unos momentos, la había visto en su casa, enfrentando a su padrastro antes de que...

Volvió a toser y se incorporó mirando alrededor. Ahora que lo peor de la crisis había transcurrido y se sentía como si pisase suelo más firme, había podido captar varios aromas desconocidos y cercanos.

Por encima de las llamas vio a un grupo de gente reunida en una especie de ronda de la cual se elevaban cánticos y palabras ininteligibles. Se agazapó y, desde su posición, observó con desconfianza a los desconocidos. No olían a humano, y estaba convencida de que tampoco lo eran.

Entonces oyó el grito de Lena, y el corazón se le hundió en el pecho.

Su voluntad se quebró, y el Slint Vain la abrazó aún más rápido de lo que lo habían hecho las llamas. Sus cuatro patas arañaron el suelo y se despegaron de él con la misma agilidad, dirigiéndola hacia la ronda de manos unidas.

Un montón de luces semejantes a fuegos fatuos de todos los colores imaginables fluían desde el centro del círculo hacia cada integrante del mismo, como si todos ellos estuviesen bebiendo de alguna fuente de poder.

Kara saltó y aterrizó con un rugido entre  aquellas personas. Su olfato ya había captado el conocido olor de Lena, que ahora era ciertamente distinto a como antes lo percibía. Algo había cambiado, y de forma muy brusca.

La joven estaba tendida en el centro de la ronda, encogida sobre la tierra y con los puños cerrados en torno a la hojarasca. De ella, aparentemente, provenían las borlas de energía, pero eso no era lo más desconcertante o lo más confuso; su ropa se había incendiado como la de Kara, por lo que la cubrían nada más que unos hilos harapientos que ya habían dejado de cumplir cualquier función que hubiesen podido cumplir en el pasado. En ese momento, un pensamiento se superpuso a todos los demás en la conciencia de Kara; Lena había estado también en la explosión, bien, pero ella no era un Slint Vain, así que... ¿cómo podía estar entera luego de eso? Y esos tatuajes en su piel que ahora relucían de un color verde esmeralda...  ¿qué implicaban?

El lado oscuro de la luna- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora