Capítulo 25

526 75 9
                                    

Lena parpadeó un par de veces en medio de una semioscuridad húmeda y brumosa, cegada por el aturdimiento repentino.

Lo primero que captaron sus sentidos fue la intensidad de la música que retumbaba extremadamente cerca. Tum, tum, tum. Lo segundo fue el olor del musgo, la tierra mojada y la hiedra. Sus pies estaban hundidos en una superficie mullida, y su espalda reposaba sobre un tronco ancho y rugoso. Le dolían algunas partes del cuerpo, aunque no recordaba haberse lastimado.

- ¿Lena?

La joven frunció las cejas al reconocer vagamente la voz que la había llamado por encima de la música. Una mano grande se apoyó en su hombro, y ella se volvió para verse de frente con Alvin Kross, que la contemplaba con los ojos chispeantes de una muy probable borrachera.

Volvió a parpadear, y tardó pocos segundos en interpretar la escena. Cuando lo hizo, pudo darse cuenta de que, en efecto, no se encontraba ante ningún fantasma. Alvin estaba vivo, nunca había muerto. Eso significaba que Lughienel ji Marnebil la había devuelto al pasado.

El golpe de irrealidad la mantuvo unos segundos más en aquel trance de estupefacción. Veía que los labios del chico frente a ella se movían, pero no conseguía interpretar las palabras.

De pronto Alvin se acercó y la encerró entre su cuerpo y el árbol a su espalda, besándola con la confianza de quien lo ha hecho varias veces antes. Lena soltó un quejido y lo apartó, refrenando las ganas que le dieron de abofetearlo. Tenía que ser indulgente; él no sabía que ya no era la misma chica que había sido esa noche. Desconocía por completo el hecho de que, ahora, le pertenecía a Kara; a ella y a nadie más.

- No lo hagas- pidió, mirando a otra parte para que sus labios no quedaran al alcance de los del joven.

Alvin frunció el ceño, dando un paso hacia atrás.

- ¿Te sientes bien?- inquirió, consternado.

- Estoy un poco mal del estómago- contestó Lena, soltando la primera excusa que se le vino a la mente-. ¿Me... me traerías un vaso de agua?

El joven, aunque aún algo extrañado, asintió en silencio y se marchó hacia la fiesta. Lena suspiró de alivio y se volvió hacia la penumbra del bosque, a sabiendas de lo que debería pasar después.

Si mal no recordaba, en ese momento en el que se apartó, Alvin la había llevado al lago para que se diesen un baño juntos. El licántropo estaba bajo la superficie, o quizás en una de las riberas.

Corrió en dirección al muelle, extremadamente pendiente de su alrededor. La luna llena brillaba sobre las copas de los árboles, siguiendo su andar apresurado con indecible premura.

Se detuvo al final del muelle, jadeante, y se dejó caer sobre una rodilla, analizando la superficie y la orilla al otro lado. Un aullido se elevó hacia el cielo, y ella reconoció su tonalidad sin ningún problema.

- Kara- murmuró, sonriendo, y vio que la loba de pelaje amarillento se arrimaba a la luz en una de las riberas cercanas.

Plic, ploc. La sonrisa se borró de su rostro, y sus ojos viajaron hacia un punto frente a ella, donde un par de orejas puntiagudas atravesaron en acenso la superficie. Lena retrocedió, aprensiva, pero no corrió como lo había hecho en el pasado. Clavó, en cambio, los pies en el suelo y vio cómo la criatura nadaba hacia donde se encontraba. Las garras se clavaron en las tablas del muelle, y aquel ser descomunal se trepó a la estructura, negro como el ónix, con el pelaje chorreando gruesos hilos de agua; hambriento de sangre.

Lena se irguió y levantó una mano hacia él, susurrando unas palabras en el lenguaje de la magia. El lobo se agazapó y soltó un rugido, cubriéndose las orejas como si estuviese atravesando un dolor enorme.

El lado oscuro de la luna- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora