Kara tenía pocas opciones a mano. De haber llevado a Lena a un hospital convencional, habría tenido que responder a algunas preguntas para las que no tenía respuesta, y otras tantas cuya respuesta prefería reservarse. Si la llevaba con la manada, aún cuando su madre y su abuelo eran curanderos innatos, nadie le aseguraba que aquel puñal brillante hubiese efectuado en la joven una herida que fuese posible sanar con algunas hierbas prensadas o remedios místicos.
Así que recurrió a la única persona en la que creyó que podría apoyarse, pues pese a todas sus nuevas razones para no volver a solicitar su ayuda, no estaba dispuesta a dejar que Lena muriese o cayese de nuevo en peligro por razón de no arriesgarse. Tal vez Lilah no fuese de confiar, pero sabía que su ayuda era imprescindible.
La Fairin las esperaba en la puerta de la casa con las manos entrelazadas tras la espalda y expresión expectante. Kara no la había llamado, pero de alguna forma se había enterado de lo ocurrido.
La joven bajó de la camioneta y se apresuró a cargar a Lena en brazos. La calle estaba vacía, y el ocaso comenzaba a cercar el cielo invernal.
- La hirieron con un puñal- dijo, desesperada, a Lilah, que se movió a un lado y le abrió la puerta solícita.
- Sí- la mujer se limitó a agachar la cabeza con gravedad-. Llévala al cuarto de arriba. ¿Trajiste el puñal?
- Está en la camioneta.
Kara saltó de dos en dos los escalones, fijándose en las facciones relajadas de Lena. Su piel había perdido casi todo su color, y sus labios habían adquirido un tono azulado semejante al de un cadáver. Oía el débil latido de su corazón extinguiéndose.
- Aguanta, te lo ruego- dijo, más desesperada de lo que se habría creído capaz de estar.
La apoyó con cuidado sobre una cama doble ubicada en la primera habitación a mano derecha. Lilah no tardó en subir tras ellas.
- La envenenaron- reveló, sosteniendo el puñal de hoja verde brillante entre sus manos-. Aún no sé para qué, pero hay magia implicada- Se aproximó a la cama y tocó la frente de Lena-. Esto es malo...
- ¿Puedes hacer algo?- Preguntó Kara con un nudo en el pecho que se enroscaba cada vez más y más.
Lilah suspiró y la miró.
- Es como un enigma- dijo-. Tengo que averiguar cuál era el fin de apuñalarla, y entonces podré hacer algo.- Movió los dedos al filo de la hoja, y un brebaje amarillento se desprendió de ella y se convirtió en pequeñas esferas que bailaron delante de sus ojos-. Raíz de alcornoque- enunció-, arcilla del fondo del lago... Diente de león, semillas de tártago, mucosa de estómago de murciélago y...- hizo una pausa y miró a Kara-. Sangre de lobo.- La rubia frunció el ceño y la contempló con confusión, sin poder interpretar su expresión-. Dame tu brazo.
Kara dudó un instante, pero luego obedeció. Lilah tomó su muñeca y le hizo un corte en el antebrazo con la hoja del puñal.
- ¡Eh!- exclamó la joven, retrocediendo.
- Aguarda- Lilah la arrastró hacia la cama y levantó la camiseta de Lena hasta dejar al descubierto la herida infringida. Hizo que la sangre de la rubia se volcase sobre ésta y de inmediato se produjo una reacción.- Excelente- sonrió y fue corriendo hacia las escaleras, volviendo de inmediato con un par de sacos de cuero oscuros.
Mientras el corte de Kara se cerraba y cicatrizaba, Lilah se volcó un poco de polvillo negro y un poco de polvillo blanco en la palma de la mano, y los llevó a la puñalada de Lena. La sangre burbujeó y despidió algo de humo, y la morena se estremeció en la cama.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
أدب الهواة" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...