Capítulo 6

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Sentada en el sillón de aquella extraña y oscura sala, Lena miraba a un lado y a otro con expresión ausente, incapaz de dilucidar el orden de las acciones que la habían hecho llegar allí. Desde los llamadores de ángeles de vidrios de deriva, los atrapa sueños con plumas coloridas y dientes de algún animal; los rústicos muebles de madera, las pinturas y dibujos en carbón de lobos, árboles, y de la luna llena, los tapetes antiquísimos, las pipas de decoración sobre la estufa hasta el propio aspecto de esta, la cabaña constituía toda una obra para la admiración.

La joven se envolvió en la manta que rodeaba sus hombros y subió los pies al sillón. Su ropa aún estaba húmeda, y ella temblaba un poco. Le había costado entrar en calor.

Pronto oyó pasos sobre la madera, y no mucho después, Kara se sentó a su lado tendiéndole una taza de té.

-          Ten, bebe despacio- le aconsejó.

Lena  tomó el recipiente de cerámica entre sus manos trémulas. Al apoyarlo en su regazo, el riesgo de que se derramara se redujo considerablemente. Miró a Kara con desconcierto, como si fuese la primera vez que reparaba en su presencia, y soltó el primer pensamiento que pudo atajar en su mente tan atribulada.

-          ¿Crees que existan los ángeles de la guarda?

Kara alzó las cejas y apoyó un codo en el respaldo del sillón, recargando la cabeza en su mano.

-          Puede... no lo sé. A veces me parece que he hecho demasiadas tonterías para haberme salido con la mía por pura suerte- Sonrió. Lena no lo hizo.

-          El lobo sobre el que te hablé...-  pasó los dedos por el borde tibio de su tasa-... Se comportó de forma tan extraña... No se apartó de mí hasta que estuve a salvo.

Kara asintió. Había oído toda la historia mientras las dos viajaban en una camioneta vieja a través de un camino en el monte para llegar a la cabaña en la que ahora se hallaban, y aunque no había hecho ningún comentario hasta entonces, tampoco había dado indicio alguno de que Lena le pareciera una loca, o de que no le creyera, lo cual contribuía a que esta última hubiese decidido depositar su confianza en ella.

-          Hay muchas leyendas acerca de espíritus animales que andan en el bosque- comentó, pensativa, y en ese momento, una brisa hizo danzar un llamador de ángeles, que emitió un ruido como de huesos al entrechocarse entre sí-. Mi abuelo me contó algunas historias acerca de ellos. Los hay malos y los hay buenos. Son ambiciosos y crueles, hasta violentos, pero también bondadosos, caritativos y repletos de buena energía- Sus ojos se clavaron en una de las ventanas, que dejaba ver la vegetación del exterior. La lluvia seguía cayendo, y los primeros indicios del amanecer, representados por una claridad azulada y fría, comenzaban a evidenciarse a través del vidrio-. Este bosque tiene cientos de kilómetros, y buena parte de él no ha sido explorada nunca por el hombre. ¿Te lo imaginas? Nadie sabe lo que puede vivir en él. Es antiquísimo.

Su voz sonaba serena y dulce, y la forma en la que hablaba combinada con el ambiente asentaba en la otra joven una reconfortante y ansiada sensación de paz. Parecía poder arrancarla de su dolor y llevarla a un prado sereno y soleado, o a un bosque místico bajo la lluvia.

-          ¿De verdad?- Lena miró la sustancia dentro de su tasa. ¿Cómo había podido vivir en el pueblo durante toda su vida sin enterarse de un detalle semejante?- Me cuesta creer que haya un sitio así tan cerca de Red Flower. 

-          Sí. La comunidad mantiene su distancia con Los Woods; solo llegan hasta el lago o hasta las grutas. No se atreven a sobrepasar las montañas, y tendrán sus razones.

Lena asintió.

-          Entonces... ¿tú me crees?- preguntó, esperanzada por la forma en la que Kara se desenvolvía, y cómo, tal como ella le solicitó, la había llevado allí en lugar de con la policía.

El lado oscuro de la luna- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora