Capítulo 30

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- ¡Lena, recuerda que no puedes derramar sangre cerca del retrato! – Exclamó Lilah en medio del ajetreo de los hechiceros.

Lena y Ré batallaban a muerte. Las alas golpeaban el techo y las paredes de la cueva, y los filos de las espadas, al chocarse, rebotaban e iban también a parar a las rocas. El espacio de movilidad era muy reducido, y ninguno de los contrincantes podía sentirse especialmente cómodo.

- ¡Ustedes! – bramó Ré a los hechiceros, que se esforzaban por esquivar los escombros que con cada choque les caían encima –. ¡Deben ayudarme a completar el sacrificio!

Los hombres y mujeres se quedaron un momento suspensos en sus lugares, como si no supiesen qué hacer. Se miraron entre sí, y luego a los cristales. Ré insistió.

- ¡No dejarán que también las mate a ellas, venga! Bloomandrah debe ser liberada.

Un segundo más de vacilación, y los hechiceros dejaron atrás sus dudas; alzaron las manos hacia Lena y comenzaron a murmurar un hechizo conjunto.

- ¡Bloomandrah! ¡Bloomandrah! ¡Bloomandrah! – Gritaban.

Ré se unió al coro y Lena sintió el peso de la energía queriendo imposibilitarla. Entretanto, se oyeron los aullidos de los lobos, que venían a apoyarla.

Sistaaah... - Retumbó en su conciencia, y sonaba como ella misma –. Sistaaah...

En tanto recibía una fuerte estocada de Ré, Lena miró a Lilah, que parecía tan desconcertada como ella. ¿También pudo oír la voz?

Los ojos del retrato comenzaron a sangrar. No costaba imaginarse que, desde donde quiera que estuviese, Taquiara los estaba observando. Sabía que existía la cercana posibilidad de su liberación.

Kara entró corriendo y tumbó a uno de los hechiceros que quiso embrujarla, rasgándole la garganta de una sola dentellada. Detrás venían Alex y sus padres, que comenzaron a luchar por igual. Lilah, desde su esquina, intentaba mantener contenidos los cristales, que relampagueaban bajo la presencia de tanta energía mágica. Aquello podía resultar un desastre, pero Lena tenía confianza en la Fairin y en ella misma, y por el momento, conseguía mantener a su contrincante a raya, a la vez que la magia de los brujos no podía vencer al escudo de la suya.

Hermana... – insistió la voz en su cabeza –. Hermana, déjame entrar... No puedes impedir mi voluntad. No conseguirás detener mi maldición. Lo veo y lo siento todo... Sé que uno de estos brujos matará a Dinahia. Lo hará, y no podrás impedirlo...

- ¡Mientes! – Gritó Lena en voz alta.

Déjame salir y te diré quién de ellos es...

Lena gruñó y, con toda su fuerza, descargó el golpe definitivo sobre la espada del Clausóforin, que se hizo trizas. Luego de eso, propinó una patada al torso del demonio, enviándolo hacia el muro, donde, tras un chasquido, perdió la movilidad de una de sus alas.

La joven se volvió hacia donde se hallaba Kara. Parecía estárselas arreglando bastante bien ella sola, pero las palabras de Taquiara hacían que desconfiara y temiese. Se suponía que era su turno de morir, sí, pero estando su hermana presente, nadie le podía asegurar que las cosas no pudiesen dar un giro.

Sacudió la cabeza. Tenía que concentrarse; seguir el plan. Todo dependía de ella.

Ré se levantó desde su sitio, señaló a Kara, y como llevando a cabo una orden del otro mundo, tronó:

- ¡Deben matarla a ella! ¡Solo así será posible el sacrificio!

- ¡No! – Lena se dirigió hacia Kara y, tras aterrizar delante de ella, enarboló su espada al frente, desafiando a quien fuese capaz de acercarse a la loba.

El lado oscuro de la luna- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora