Al arribar a una isla cercana a Olympus, un pescador al que Nia conocía los llevó en su lancha hasta el puerto más cercano, en Brasil. Desde allí debían subirse a un barco de fruta cuyo paradero era Irlanda.
Kara detestaba la idea de estar a flote una vez más. La lancha había significado una pesadilla para ella: la perspectiva de pasar días e incluso semanas encerrada en una chatarra de metal ya comenzaba a aguarle las tripas. Dim la secundaba. Por suerte, Lena, Lilah y Nia conocían al menos veinte hechizos cada una para solucionar ese mal.
El capitán del carguero era un metamorfo risueño de talle mediano llamado Hebs. Llevaba un hechizo fijo para ocultar a los humanos el color rojo de sus ojos, propio de los hombres de su especie. Los invitó cada noche a cenar al comedor de alto rango, deleitándolos con platillos tanto humanos como de otras razas. Lena estuvo conversando mucho con él, intrigada por su decisión de estar tan involucrado con el mundo no-mágico. De esa manera se enteró de que, entre medio del mundo de los humanos y los dominios del consejo, había un submundo donde habitan quienes no tenían una patria definida, como él, y eran muchos más de los que ella podía llegar a imaginarse. Había millares mestizos de mágicos con humanos y de mágicos con mágicos. Entre ellos funcionaban una gran cooperación y hermandad que nacían de la conciencia de unidad y de refugio colectivo. Hebs no estaba solo, y sabía que podía contar con otros como él en cada puerto.
Supieron que Hebs estaba mejor enterado que ellos acerca de los movimientos de los oscuros. Incluso les dijo que los naufragios habían aumentado en las zonas donde antiguamente residían las bestias marinas más infernales de todas. Sus allegados estaban alerta. Muchos de ellos habían muerto o desaparecido durante los últimos meses.
- Empeora- les dijo con gravedad-. Al principio el problema estaba alojado en algunos sitios particulares, condenados desde siempre de todas maneras. Ahora, cada vez hay menos lugares seguros. El infierno llegará a la Tierra tarde o temprano, y ya no habrá bandos que importen. Todo será un caos.
Kara y Lena no podían negarlo: abrirse, distanciarse de la causa del mundo mágico como habían pactado, era imposible. También percibían que las cosas comenzaban a oscurecerse: el viento lo susurraba: vibraba en el aire, flotaba en el agua. Lena decía que las llamas de los fuegos comenzaban a cambiar sus corazones. Una esencia negra crecía desde el fondo de la materia, los elementos siempre eran los primeros en recibirla.
Lilah también lo sabía, no menos que Nia. Los niños, que salían por primera vez al mundo, notaban el cambio. El afuera era un lugar incierto, peligroso. Los oscuros podían estar en cualquier parte, esperándolos. Y vaya si los esperaban.
- Se ha corrido la voz - les dijo Hebs durante una cena -. Ya todos saben que la maldición que las acosaba está rota. Aguardan su ascenso como protectoras oficiales del mundo mágico. Piensan que frenarán las hordas de la colmena y traerán la paz nuevamente, como hicieron en la Primera Era. Comienzan a cantarse las viejas canciones de los dioses: todas claman sus nombres, todas les rezan.
Kara y Lena intercambiaron una mirada a través de la mesa. Todos los ojos estaban puestos en ellas.
Pensaban lo mismo: los trajes de sus yos pasados les seguían quedando holgados. No querían decepcionar a Hebs, y tampoco al resto del mundo mágico que tantas esperanzas depositaba en ellas. Lucharían, sí, pero tenían pocas expectativas de encontrar una solución rápida o definitiva. Ni siquiera conocían la verdadera magnitud del problema, que debía ser mucho peor de lo que ahora apreciaban.
Aún así, ambas habían crecido incontables veces en torno a ambientes de fina diplomacia. Supieron dejar conforme al capitán y desviaron el tema sutilmente hacia terrenos más llanos. Se complementaban tan de maravilla en su actuación, que nadie habría podido sospechar la tempestad que padecían en la conciencia. Recién al despedirse de su anfitrión y acostar a los niños, se retiraron a su camarote para hablar.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfiction" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...