Cuando Lena salió de la sala donde se había reunido con la Unión Mágica, no pudo menos que agarrase el puente de la nariz y soltar un profundo suspiro de impaciencia y agotamiento. Ya era pasada la media noche, así que debió estar al menos tres cuartas partes del día negociando y discutiendo. Hacía añares que no tenía que lidiar con semejante sarta de políticos necios y retrógrados en todo aspecto concebible.
Cuando escuchó la idea de amplificar los ejércitos del mundo mágico por boca de Ragena, creyó que era una locura sacada de la realidad, y que el consejo debía estar muy desesperado para siquiera considerarla. Ahora, habiéndolos oído y reconocido que estaba en lo cierto, no existía una misión más primordial ni apremiante que la de disuadirlos.
- Los humanos colaborarán – Le había dicho el representante de las hadas: un hombre alto y delgado como una pluma cuyo bigote cepilludo atraía la atención de una manera que impedía que le mirasen a los ojos cuando hablaba –. Les explicaremos lo grave de la situación y entenderán que no pueden hacerse a un lado. Tenemos delegados en su mundo; no es como si no existiese ninguna conexión...
- ¿Se están escuchando? – Replicó Lena entonces. La disputa llevaba rato yendo y viniendo en la misma dirección, y el calor de la exhaustiva lucha contra la terquedad de cada individuo frente a ella ya se le había subido al rostro –. ¿Dónde diablos han estado recluidos todos estos siglos? Siempre que los humanos ven algo fuera de su mundo seguro, quieren erradicarlo, le temen o aún peor; se vuelven locos. Se los dice alguien que ha vivido más vidas humanas de las que puede contar. En cada ocasión en que me encontré con la magia, quise huir de ella, desconfié y acabé muerta. Además, oh, ¡y esta es la mejor parte de su notoria estratagema! – bufó, irónica –; no los están invitando a que conozcan el lado maravilloso de nuestra existencia; ese del que se nutren sus cuentos y leyendas. No, ¡los quieren meter en una maldita guerra, de cabeza! No dudo que haya un par de humanos frikis cuyo mayor sueño sea convertirse en un hechicero o un Slint Vain, pero la mayoría de ellos no se nos unirán. No somos una causa por la que quieran luchar; no representamos su patria, ni a su nación.
- Aquí no existen patrias ni naciones, gran Ryvy – rebatió un tritón de piel aceitunada y cabello plateado que estaba allí en nombre de todas las especies de su medio –. Para nosotros nunca las ha habido, y ellos tendrán que adecuarse si quieren sobrevivir.
- ¡Adecuarse! No es más que otra palabra para evitar decir "imponernos" – protestó Lena –. ¿Saben la cantidad de regímenes y formas de pensar que han generado luchas entre los humanos? Les recuerdo que estuve allí en todas las guerras. Mientras ustedes se escondían en el bosque, en el mar, en el polo o donde fuere, Kara... digo Dinahia y yo, estábamos fuera. Vimos el caos, la muerte y la destrucción. Fui enfermera en la segunda guerra mundial. Me tocó ver hombres mutilados, deshechos, familias destrozadas, pueblos y ciudades quemados y hechos añicos hasta los cimientos. Ustedes los creen torpes y mediocres que no conocen el mundo; solo niños que deberían acatar cuanto les pidamos porque no saben lo que les conviene. Pues les diré una cosa; esas criaturas inválidas ya han transitado suficiente sufrimiento en su corta existencia, y aún lo pasan en muchos sitios. No les pediré que enfrenten por mí un conflicto para el que no están preparados; menos aún porque yo podré vivir más allá de eso, y ellos perderán sin dudas el fruto de su juventud por una causa ajena. No serán nuestra carne de cañón.
Estaba enfadada de verdad, y no pretendía ocultarlo. El presidente del consejo – un Kelpie sumamente atractivo aún para su longeva edad, demasiado optimista para el gusto de Lena –, se puso de pie y se dirigió a ella directamente por primera vez desde que entró allí. Su voz era clara y baja; jamás la elevó, y aún así, captaba la atención del resto sin problemas.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfic" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...