El Teo- Simbac, como se hizo costumbre desde el inicio de los tiempos, se produjo al amanecer del tercer día luego de su proposición. El lugar elegido fue al borde del último acantilado de la costa, donde las olas se estrellaban ferozmente cada pocos minutos.
Lena y Kara acudieron junto con algunas hadas, la reina de estas, la manada de Kara, un par de hechiceros blancos súbditos de Lena y sus hijos; Dim y Salah; una niña y un niño de nueve años, gemelos, mitad lobos y mitad hechiceros. Habían sido concebidos mediante la táctica más antigua de todas; magia, sangre de las dos madres sobre dos esculturas de arcilla y un bautismo en el mar. Eran los primeros híbridos de su especie, tal como sus madres habían sido las precursoras de las suyas.
Taquiara acudió también con sus hijos, que ya eran mayores y esbeltos como su madre, más parecidos a esta que a nadie más (y por consecuencia, también a su tía). Se notaba en ellos la influencia de su sangre Clausóforin, que su tía ya había sospechado antes de verlos. Eran, sin lugar a dudas, los hijos de Raedrigh; un viejo amante de Taquiara a quien ella había asesinado durante la guerra.
Lena, antes de acercarse al campo donde se desarrollaría el duelo, dio un beso en la frente a Dim y a Salah y uno en los labios a Kara, que pese a todo intento de contradecirla y todo lo enfadada que se demostró al desbordar de la más helada y ardiente impotencia esos últimos tres días, le deseó lo mejor y le devolvió el beso con todo su fervor, conteniendo las lágrimas no solo por ella misma, sino también por sus hijos, a quienes había recomendado ser fuertes y no perder la calma sin importar lo que presenciaran.
Taquiara y Lena se aproximaron. El viento salado alborotaba sus oscuras melenas; sacudía los rizos torneados, hacía volar las capas en sus espaldas. Ambas hermanas se descubrieron la cabeza. Las alas de Taquiara estaban afuera; eran negras y doblaban su tamaño. En toda su constitución se notaba un poder brutal.
- ¿Qué estás esperando, hermanita?- Rió esta última-. ¿Es que ya olvidaste cómo hacerlo?
Lena apretó los labios y separó un poco los pies sin sacar los ojos de su contrincante. Su espalda hormigueó y sus omóplatos ardieron como si los hubiese rozado un chorro de lava ardiente. Hacía al menos cien años que no se conectaba con aquella parte de sí misma, y es que nunca lo había necesitado. El poder que llevaba en sus manos siempre fue suficiente, pero ahora no podía escatimar.
Hizo un esfuerzo enorme por no gruñir o gritar cuando aquellas dos extremidades ya olvidadas crecieron de su espalda y brillaron, blancas, a ambos lados de su cuerpo. Sus alas eran producto de su parte divina; aquella heredada de su padre, pero también poseían los dotes y esencia de su madre. No eran solo plumas, sino energía pura. Magia blanca y vibrante que producía al mínimo pliegue una potente ventolada.
- De eso estaba hablando- sonrió Taquiara, y extendió una mano al cielo-. ¡Baja tú, Feulúbides el justo; haz de testigo de este Teo- Simbac; acompáñanos y aprueba nuestro combate!
Sin mucha tardanza, entre ellas se materializó el dios de la justicia; un hombre de cabello corto vestido con un tapado blanco que portaba un instrumento alargado entre sus manos.
- Me fue presentado su desafío hace tres días- asintió, dirigiéndose a ambas contrincantes- y los dioses lo han aprobado por mayoría parlamentaria. La lucha será hermana contra hermana; la madre blanca contra la madre oscura. Sus padres contemplan desde sus templos; sus madres desde el mundo espiritual. Gemelas por el curso de la magia, opuestas por el curso del destino. Quien muera hoy, abandonará la tierra para marcharse al ciclo sin tiempo. ¿Ambas conocen las condiciones y reglas?- Las hermanas asintieron-. Pues bien; ¡armas al frente!- Dijo, y clavó aquel instrumento alargado, semejante a un metrómetro, en el suelo a sus pies, sosteniendo en el tope de este la aguja que, de ser liberada, daría inicio al combate.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfiction" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...