Lena y Kara estuvieron un día entero entrenando con los Syren, tratando de descubrir cómo sobrevivir a la confusión del pensamiento y cómo vencer al engaño al que se verían sometidas una vez que cruzaran el portal. Cada intento era un poco más difícil y desmoralizador, pero ninguna de las dos estaba dispuesta a dar marcha atrás bajo ningún pretexto.
- El mundo espiritual jugará con sus deseos más profundos; aquello que durante milenios han ansiado sus corazones.- Les explicó Rissa, una de las hijas de Gah; esbelta, hermosa y fuerte como todos los de su especie-. Tienen que hacer a un lado la ilusión; apartarse de ella antes de que las absorba por completo y las atrape. El fracaso significaría un encierro perpetuo, que equivale a la muerte de cualquier viviente.
Lena y Kara asintieron y procedieron a practicar todos los ejercicios que Rissa les iba recetando, pero comprendieron, a su vez, que el éxito dependía en su mayor parte de ellas. No importaba saber las técnicas si, al final, se dejaban vencer por la ansiedad de sus almas.
- El escenario a su alrededor y sus recuerdos lejanos y cercanos serán sumamente realistas- Les advirtió Rissa-. Las absorberán hasta el punto en que no recordarán su existencia presente; si sus deseos pertenecen al pasado, allí se desarrollará la ilusión. Si sus deseos pertenecen al ahora o al futuro, será lo mismo. Tienen que aferrarse a los indicadores; en cada lugar, habrá detalles que las obliguen a saborear la realidad aunque sea durante pocos segundos. Muy en el fondo sabrán qué hacer cuando llegue el momento, y ahí es cuando les tocará decidir.
Al anochecer estaban de pie debajo del portal, nerviosas al no saber lo que les esperaba al otro lado y no conocer la fortaleza de aquello que querían con todo su ser. Se marchaban a ciegas, tanteando y sin poder aferrarse únicamente a su determinación de resolver las cosas. No era simple, Gah tenía razón. Pero no podían echarse atrás; había que intentarlo.
Se tomaron de las manos y soltaron un suspiro conjunto, como les indicaron. Luego, a su señal, Gah golpeó su tridente contra el suelo. El túnel comenzó a girar sobre sí mismo y a crecer hacia abajo. Las chicas apretaron el agarre y se contemplaron para tomar coraje.
- Estamos juntas- Murmuró Lena.
- Siempre- Contestó Kara.
Y el portal las absorbió, guiándolas hacia lo desconocido.
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Era un día como tantos anteriores. La tormenta aguardaba en el horizonte y el sol aún brillaba sobre la arena blanca y el océano turquesa, sobre los acantilados y el bosque verde y frondoso; sobre las rocas que se calentaban, los cangrejos que hacían su paseo entre las algas y debajo del agua cristalina y luminosa, sobre las gaviotas que protagonizaban su concierto en el cielo y en la cima de las cumbres, donde los pichones aguardaban el regreso de sus madres.
Encima de uno de los acantilados occidentales, reposaba una única choza de madera expuesta a los fuertes y helados vientos del mar, precedida por los árboles y vigilada de cerca por las inmensas montañas.
Lena se despertó desbordada por una sensación de enorme conformidad. Estaba envuelta en el agradable roce de las pieles, recostada en un colchón de plumas espumosas, con un cuerpo caliente contra la espalda y unos brazos que la rodeaban como si no quisieran que se marchara. Percibía su respiración tibia contra el cuello; podía sentir su aroma a pinaza aplastada y a menta fresca de los bosques cercanos. Se dio la vuelta para contemplar su rostro armonioso, y descubrió que estaba despierta, mirándola con sus ojos azules e infinitamente cariñosos. Sus labios enseñaban una de esas sonrisas arrebatadoras que día a día la hacían enamorarse un poco más.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfiction" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...