Lena parpadeó un par de veces e hizo lo que pudo por seguir las acciones que se desarrollaban frente a ella, aunque todo se veía distorsionado, difuso e incomprensible. Atestiguaba la pelea entre dos bestias, y no estaba segura de qué creer o especular. El segundo animal había aparecido de la nada, como enviado del cielo, para detener su posible asesinato, ¿pero quién le podía asegurar que, una vez que concluyera el enfrentamiento, su salvador no resultaría otra cosa que un nuevo peligro? Cada dentellada, arañazo y gruñido de su parte eran violentos y salvajes; pertenecientes a una fiera enloquecida y muy poco confiable. Había algo más, por otra parte, que llenaba a Lena de una especie de confusa aprensión; los ojos del lobo brillaban con una luz amarillenta muy intensa, y eran grandes; más grandes que los de un lobo promedio. Aunque viéndolo desde cierta perspectiva, no era un lobo promedio. Era un par de tallas mayor, y su agilidad sobrepasaba la línea de la destreza que el ojo humano es capaz de alcanzar.
Sin embargo, aún contando con las herramientas ya mencionadas, el lobo no parecía tener oportunidad alguna contra su contrincante, que era ciclópeo y mucho más fiero que él. La bestia le propinó varias tajadas con sus garras inmensas, y en un momento, lo tomó entre sus brazos musculosos y lo arrojó contra un árbol. Lena oyó el atroz chasquido de los huesos del animal, que soltó un rugido de agonía y cayó al suelo terroso retorciéndose y moviendo desesperadamente las patas.
La joven temió que su oportunidad se hubiese desvanecido, y se reprochó por no haber huido en cuanto tuvo ocasión. El shock la había mantenido pegada a su lugar estudiando con suma atención los hechos tan poco usuales de los que era en gran parte protagonista. En ese momento intentó pararse, pero un dolor punzante, proveniente de su tobillo, la obligó a quedarse sentada. Se llevó una mano al lugar y no descubrió nada. Podía tratarse de un esguince; un esguince muy poco oportuno.
Así que eso era todo. La despedazarían. Se iría con la imagen de esas dos bestias como último recuerdo de una vida fugaz. Suspiró pesadamente y se arrastró un poco hacia atrás. No quería ver al monstruo, porque sabía que en ese momento estaba a punto de lanzarse encima de ella. Solo deseaba cerrar los párpados y pasar al otro sueño; ese donde el dolor de su tobillo, de su espalda baja y de todo cuanto el bosque, el monstruo y su padrastro le habían provocado esa noche, desaparecerían. Quería descansar. ¡Qué cansada estaba de todo!
Pero entonces los gruñidos y el sisear de las garras rasgando el aire se reanudaron. Lena se obligó a abrir los ojos, y vio que el lobo había vuelto a levantarse y atacaba al monstruo una vez más. Se lo veía más enojado que antes, aunque lo mismo de enérgico y combativo. Ella no logró comprenderlo; estaba segura de que había oído el chasquido de su columna al quebrarse, o al menos de alguna costilla. Cualquier otro animal, por muy audaz que fuera, habría huido hacia el bosque para ponerse a salvo, pero este parecía estar ensañado. Cada una de sus descargas y arremetidas contra la bestia parecían algo personal.
Por su aspecto, cualquiera hubiera pensado que para ese entonces tendría que haber estado fuera de combate. Su pelaje amarillento y reluciente estaba manchado de rojo por doquier, por lo que ahora parecía más oscuro. Lena podía ver la sangre saltar al aire y caer goteante sobre las hojas cada vez que oía el sospechoso desliz de la carne rasgándose.
Un trueno estalló en el bosque, y pocos segundos después, la lluvia arreció. Lena fue arrastrándose hasta un árbol bajo y apoyó la espalda sobre su tronco, intentando incorporarse una vez más, pero fallando en el intento.
De pronto todo comenzó a oscurecerse. La chica levantó sus ojos hacia el cielo, y las gotas la cegaron. Tuvo que sacudir la cabeza y parpadear un par de veces antes de mirar otra vez, pero supo lo que sucedía; la luna se escondía detrás de un manto tormentoso y negro que bramaba y brillaba cada pocos segundos, imponente.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfiction" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...