Capítulo 27

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El panorama en torno a la cabaña de Kara y Alex Danvers, situada en una posición estratégica en medio del bosque, se transformaba cuando caía la noche. A pocos días de haber llovido, los insectos aturdían con su incesante y avispado concierto, las sombras de los árboles se volvían más umbrosas y las fieras salían a cazar. El viento a veces silbaba entre los troncos, esparciendo la pinocha y alentando en su prolongado y fantasmagórico suspiro, una calma absoluta en medio del ruido.

El fuego ardía en la chimenea, la humedad del musgo y el suelo terroso repleto de hojas podridas ingresaba por la ventana, y los recuerdos se condensaban en un ayer aparentemente perpetuo y repleto de hechos fantásticos.

Lena y Kara, recostadas juntas y desnudas en la tina llena de agua y espuma, se sentían como dos seres atemporales, sumidos en un bucle de tan asombrosa confusión, que ni en mil años más habrían podido llegar a desenredar sus muchas vueltas sobre sí mismo. Si cerraban los ojos y se conectaban con sus múltiples yos anteriores, por momentos su realidad se distorsionaba: se convertían en un par de pastoras, o en una princesa y un mendigo; en una bruja y una loba durante la edad media, en Ryvy y en Dinahia, la primera loba y la hechicera suprema; acostumbradas a un mundo de seres maravillosos y mágicos que, si volvían al presente, no dejaban de parecer otra cosa que un cuento de hadas.

A ese entonces, habían aprendido a manejar su dolor como podían, pero de igual manera, persistía con la misma intensidad que el primer día, si no es que de peor forma; pues sépase que, aun cuando se tenían y se amaban en esta vida, no podían, ni remotamente, olvidar lo sufrido en las anteriores. Aún no, y tampoco creo que hubiesen podido jamás. Esa angustia prevalecería tanto como ambas pudiesen respirar, y el hecho de que el fin de una de las dos se aproximase a pasos agigantados, acrecentaba ese mal como acrescenta el viento la violencia del mar.

-          ¿Quién crees que sea en esta ocasión? – preguntó Lena, jugando con una burbuja que había quedado pegada sobre el dorso de su mano. Sentía el calor y la sensibilidad del cuerpo de Kara debajo del suyo. La rubia la abrazaba por detrás, acariciando su piel de vez en cuando de una forma que la estimulaba de una manera indecible.

-          ¿Qué quieres decir? – Kara apoyó el mentón sobre su hombro, y sus muslos rozaron sus caderas bajo el agua.

-          Que quién crees que morirá. – Lena apretó los labios –. Sé que hemos estado evitando el tema por una clase de convenio silencioso... Pero estoy segura de que debes haber estado dándole vueltas tanto como yo.

-          Sí. – contestó Kara, tragando saliva –. Sí, he estado dándole vueltas.

Al ver que callaba, Lena prosiguió.

-          Creo que fuiste tú quien murió en la vida anterior. Esa tal Doedrya O'Donnell... La recordé tan pronto como Lilah la mencionó. Sé que murió durante una guerra contra otra manada; por mano de uno de sus betas que la traicionó. Intenté salvarte de todas las formas mágicamente posibles, pero mi poder y experiencia no fueron suficientes para vencer a la infección de tus heridas, y acabé por morir no mucho después por el dolor.

-          No hay por qué hablar de esas cosas – gruñó Kara, tensándose –. Recuerdo eso: es de las memorias más frescas que he recuperado, ¿pero por qué lo traes, mujer? Bastante tengo ya con todo cuanto debo soportar de las veces que te perdí, y toda la oscuridad que encierra mi alma de esos siglos y milenios sin esperanza.

-          Sé que todo es muy avasallador – Lena volvió la cabeza para mirarla y apoyó una mano en su mejilla. Kara tenía los dientes apretados y la quijada endurecida. Sus ojos, enrojecidos y llorosos, estaban clavados en la pared, y quizás también en alguna escena de la que no había podido escapar –. Lo siento mucho, cariño... Es difícil, de sobra está decirlo, pero no podemos seguir evitando ese tema... Negarlo no hará que nada cambie.

El lado oscuro de la luna- SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora