Salah no podía dormir bien. Algo la inquietaba, como si tuviese un torbellino en el pecho todo el tiempo. Dió varias vueltas en la cama y luego se sentó mirando a la pared con los hombros caídos. Tenía razones para sentirse así. Más de una, a decir verdad. Pero solo podía esperar y ansiar y ser paciente.
Luego de entrenar, había pasado la tarde caminando por la costa con Lena. Lena, no Ryvy. Le parecía un poco absurdo que su madre insistiese en ser llamada por el nombre que le habían asignado en esa vida cuando todos la conocían por el original, incluidos sus hijos. Y para patentarlo estaban la mitad de los libros de la biblioteca, repletos de historias que la hacían sentirse desconcertada al notar lo grandes que eran sus madres, lo polifacéticas, lo antiguas, poderosas e implacables. De hecho, no sabía qué esperar de la cercana llegada de Dinahia, o Kara, o quien fuera. ¿Cómo sería? ¿Se parecería a las pinturas, a las imágenes, a los dibujos o siquiera a sus recuerdos más remotos y borrosos?
No sería la misma madre que la llevaba a ver a los delfines y a las sirenas. Tampoco la que comandaba a su manada y defendía a los mágicos, ni la que jugaba y corría con ella y con Dim. Tal como Lena, habría cambiado y mucho. Sería como conocerla de nuevo; como verla por primera vez. Eso la aterraba.
Buscó uno de los libros de texto bajo su cama y, creando una esfera de luz con unas pocas palabras, lo abrió en las páginas requeridas y comenzó a leer. Si no podía dormir, las tareas eran una buena opción. E "Historia y Diplomacia en la Magia Aplicada" en particular, constituía un buen elíxir favorecedor del sueño. Por lo menos lo fue al principio, cuando atravesó el tedioso tema de las negociaciones entre hadas y duendes. Pero cuando pasó al siguiente capítulo, halló algo que absorbió su atención por completo.
"En el diezmil novecientos D.C.D (después de la caída de los dioses), Tanamaselia, una joven Slint Vain que ascendió a alfa a la inverosímil edad de los quince años, hizo un pacto entre las manadas de su territorio y los faunos y centauros de los Montes cenagosos para combatir la amenaza Clausóforin. Dirigió a estas innumerables tropas y causó estragos en la comunidad de los oscuros durante largos y negros años, antes de ser embrujada por un hechicero de las sombras para caer en un sueño eterno.
Allí se conoció, durante los esfuerzos de toda la comunidad por traer a su líder de vuelta, la verdadera naturaleza de su alma y la maldición que la encerraba. Aún mayor fue entonces el afán por encontrar a la hechicera más poderosa de aquel tiempo, que compartía con la convaleciente no solo un destino, sino una unión que había sobrevivido a los milenios.
La deidad creadora de todos los Slint Vain agonizó por cinco años durante los cuales la guerra se enraizó y causó cientos de miles de muertes.
A mitades del diezmil novecientos treinta D.C.D, un rayo de luz alumbró las inmanentes tinieblas que acosaban a la Tierra. Para ese entonces, las huestes antes comandadas por Dinahia habían crecido nutriéndose de cientos de razas adheridas a la causa, pero también los oscuros se habían multiplicado.
Gheta A' Tale, portadora del alma de la gran Ryvy, llegó una noche al territorio de Dinahia vestida de mendigo. Se dedicaba a predicar la magia blanca sin saber, según podemos estimar, que la diosa a la que adoraba no era otra que ella misma. Curó a Dinahia con un hechizo, y todos se lo agradecieron profundamente.
Ambas semidiosas lucharon codo con codo al frente de un ejército cada vez más rico en seres mágicos; fueron la inspiración para que muchas colonias y grupos emigraran de distintas partes del mundo para contribuir a sellar la grieta que conectaba la tierra con el mundo de los oscuros - el "avispero"-, y hasta el día de hoy no se ha vuelto a abrir una de tan magánimes proporciones."
Salah bajó la vista hacia las preguntas didácticas que sucedían a la lectura del libro de texto.
1- ¿Qué hechizo utilizó el oscuro que embrujó a Dinahia?
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfiction" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...