Capítulo 8

16 2 2
                                    

Una camioneta lujosa se había estacionado sobre un tramo de terracería a las afueras de Dresdner Heide.

A través del denso frío, Brayden ya dirigía a su superior al punto que, quizá, solo aguardaba recuerdos de una silenciosa agonía bajo tierra.

—Comienzo a entender el asunto —comentó Dimitri—. ¿Por qué no sospechar principalmente de un lugar amplio y solitario?

No faltó la presencia de herramientas que los ayudaran a realizar una breve exploración. Éstas aguardaban dentro de una mochila valiosa de senderismo que colgaba de los hombros de Dimitri.

—Habremos de tener más cuestiones allá abajo, señor —respondió Brayden.

—Este frío cada vez se vuelve más insoportable —farfulló Dimitri, al mismo tiempo que observaba a su alrededor y tiritaba un poco—. Estoy comenzando a dudar del conocimiento exacto que se tiene de este lugar.

—¿A qué se refiere?

—A leguas se ve que esta sección ha dejado de recibir revisiones adecuadas. Hay muchos troncos caídos y más densidad de árboles. No es como lo pinta el exterior.

—Ya está siendo absorbido por el abandono.

—¿De adentro hacia afuera?

Brayden caviló un momento. Carraspeó y respondió:

—Sé que frecuentemente un guardabosque llega sólo a inspeccionar. Y el resto de visitantes no llegan hasta aquí.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? Recuerdo cuando el autobús turístico atravesaba gran parte de este bosque. Pero sabe, no me explico una cosa... —dijo extrañado, al tiempo que atisbaba el suelo y ubicaba el trayecto que pronto atravesarían.

—¿Cuál, señor?

—Antes que nada, respóndame algo: ¿el sitio del hallazgo está sobre este camino?

—Así es.

—Entonces puedo pensar que decenas de familias y visitantes que se han hecho los valientes, alguna vez han pasado por este camino. ¿Cómo es que no se percataron de eso?

—Señor, se trata de una cámara subterránea.

—De eso no tengo la menor duda. Tal vez exista alguna especie de escotilla en el suelo. Créame que tampoco dudo de los curiosos.

—Seguro el roce del viento descubrió esa escotilla —respondió, provocándole una sonrisa.

—¿Cómo se hubiera presentado ante mí de no haber descubierto nada?

—Hubiera renunciado e ido a limpiar algún circo. —Imitó la sonrisa de su superior—. Creo que la suerte está de mi lado.

—Y espero que pueda contagiarle un poco de esa suerte a la asociación... —comentó, siendo interrumpido de pronto por Brayden, quien advirtió la llegada al punto destino, aquel repugnante fiambre incrustado en el suelo que había hecho tropezar a su hija.

—Este es el primero.

—Perfecto —respondió y atisbó el cráneo a unos pocos metros. Se descolgó la mochila y abrió uno de los bolsos para extraer unas tenazas especiales.

—Señor, ¿piensa desenterrarlo?

—Por supuesto. No debemos perder tiempo. —Se encaminó hacia el hallazgo mientras volvía a colgarse la mochila.

—¿No cree que sea mejor realizar un reconocimiento adecuado? —preguntó, siguiéndole el paso.

—En cuanto inicie usted la labor, será libre de hacer lo que más le plazca. —Colocó las tenazas a la altura del hueso parietal del fiambre, aplicó fuerza y lo extrajo del suelo para observarlo con detenimiento—. Mire qué tenemos aquí.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora