Capítulo 24

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«No hay nada mejor que comenzar nuestras vidas desde las instalaciones de un colegio», cada que tenía oportunidad, Elena se atormentaba con esas palabras.

Después de su hogar, el colegio Marburgo era su segundo escondite, su segunda protección ante cualquier encuentro desafortunado con sus vecinas.

A partir de su reciente encuentro con ellas, las expectativas de Elena acerca de verlas como dos mujeres con cierta bonhomía, no funcionaban. Ahora su trayecto hacia el colegio y su instancia en este, le brindaban motivos para hundirse en la calma; a no ser que los episodios causados por su madre, le permitieran hacerle frente a ello.

Elena vivía hundida en el misterio de esas palabras que le apartaban de una explicación contundente.

«¿Qué tal si se referían al comienzo como una manera de comenzar a prepararnos como estudiantes?», pensaba inútilmente. La única manera de salir de este dilema era esperar a que existiera algún cambio.

Al cabo de un par de días, llegó el inicio de semana. Elena salió de su casa en compañía de su amargada madre. Portaba el uniforme y cargaba con esfuerzo una mochila de su color favorito. La mañana era acorralada por un vendaval, y el cielo por espesas y abundantes nubes grises. Ese tipo de ambientes resultaban desagradables para Elena.

Ambas andaban por la acera. Haber pasado frente al lugar que habitaban sus vecinas, mantuvo a Elena más alerta que nunca. Mientras avanzaba, atisbaba atenta aquel terrorífico inmueble.

El trayecto para llegar al Colegio Marburgo culminó. Elena dejó en el camino la ilusión de mantener alguna conversación con su madre, de quien simplemente recibió, de nueva cuenta, nula cantidad de palabras desde que partieron del umbral de la casa.

—Si no vengo por ti al rato, conoces el camino —comentó Gianna, mientras Elena avanzaba hacia la entrada del colegio—. Te quiero, Elena.

La pequeña se extrañó, volteó y le fingió una sonrisa. Elevó su brazo para agitarlo al ritmo del viento, insegura ante la sinceridad de aquellas palabras. Reanudó el paso hacia el inicio de una siguiente jornada escolar, sin imaginarse que ese día su vida tomaría un rumbo diferente.

Horas más tarde, la clase de la señorita Sydney, profesora de literatura, finalizó precediendo la hora del descanso.

—Pueden salir, pequeños —concedió desde su escritorio, en donde esperaría la salida total de los alumnos para soltarse en llanto.

Elena y Liam se encaminaron hacia la puerta. Murmullos asaltaron sus oídos, murmullos ajenos a los provenientes de los alumnos que les rodeaban.

Una vez que llegaron a las escaleras y estuvieron a punto de descender los últimos escalones, sus sentidos de alerta se dispararon.

—¿Qué ha pasado? —se escuchó un profesor que pasó apresurado frente a ellos, al tiempo que tomaba la misma dirección que mayor parte de los alumnos seguía.

—¿Qué rayos le pasa? —preguntaron unos cuantos a espaldas de los amigos.

Apenas abandonaron las escaleras y voltearon hacia donde el punto de expectación. De inmediato lograron divisar, cerca del edificio colindante con el de ellos, a una multitud de alumnos y profesores.

—Tal vez haya ocurrido alguna pelea —comentó Liam, asombrado.

—Supongo que ocurrió un accidente en el laboratorio de química —dijo de pronto Colton, habiéndose detenido a la diestra de Elena, quien al igual que su mejor amigo, yacía asombrada.

Aquellas intuiciones de Colton y Liam parecían andar muy lejos de lo que realmente había ocurrido, lejos de algo que lograba colocar en la mente de Elena las palabras que habían salido de las bocas de sus vecinas.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora