—He esperado mucho por este día... —murmuró Stella, entusiasmada, antes de dar media vuelta y dirigirse hacia la casa de la pequeña.
Mientras avanzaba, sacaba de entre la comisura de su cinto y su vestido, un periódico enrollado. Era aquel que alguna vez Gianna había asegurado ir a recoger.
—Hay que sacar provecho de esto. Nada podrá salvarla —susurró Stella una vez que llegó al pórtico y se colocó sobre el umbral, dispuesta a tocar el viejo botón del timbre.
Un tenue zumbido logró despertar a Gianna de un sueño que apenas había conciliado. Al abrir sus enrojecidos ojos, se armó con un gesto de desagrado y se levantó para atender la puerta.
—¡Ya voy! —elevó la voz una vez que se puso de pie y se apoyó de las orillas del sofá. Se esforzó por no caer ante su condición que comenzaba a hacerse más notoria.
Gianna pronto llegó a la puerta y la abrió. La presencia de Stella le sorprendió.
—¿Qué se le ofrece, vecina? —preguntó desde el marco. Apartó, por un momento, su atención de la mujer para tratar de averiguar en dónde podría encontrarse Sophia. Le resultó extraño no hallarla.
—Es una fortuna para mí encontrarla en casa —respondió Stella mientras desenrollaba el periódico.
—Ese es el periódico que mi hija había olvidado en su casa, ¿cierto? —inquirió y luego la observó a los ojos—. Esa niña es muy descuidada.
—Ahora sabe el motivo por el que vine a esta morada. Me permití traérselo. Y ahora que habló de su hija, no me parece adecuado culparla de esa manera.
—Vecina, usted se equivoca. No estoy culpando a mi hija, solo le doy a conocer el descuido por el que usted se molestó para venir hasta acá —replicó—. Es un periódico que ya no vale la pena. Elena ya ha de haberlo olvidado.
—Tiene toda la razón. Sabe, su pequeña hija le hizo un gran favor al dejar esto frente a mi casa.
—¿De qué habla? —Y de inmediato, aquella mujer de vestidura oscura dio un corto paso al frente, coincidiendo con el arribo de una álgida corriente de viento. Gianna se vio obligada a retroceder casi la misma distancia.
—Esa niña es una lindura. Sophia y yo hemos tenido la oportunidad de verla correr de nosotras. No nos cabe duda de que abunda en ella una gran inocencia. Así que, es grato aprovechar eso y comenzar a relacionarnos como vecinas. Eso le servirá a la pequeña para que no nos tema.
—Ella ha de tener muchas razones. No me extrañaría la respuesta que me diera si le preguntara por qué les teme —dijo observándole el vestido.
—Me extraña que no se lo haya preguntado. Puedo asegurar que ella sería capaz de contarle cualquier cosa a su madre, la mujer que tanto la ama —dijo valiéndose del sarcasmo detrás de lo que hace unos minutos advirtió en medio de la calle.
—Por fortuna, nadie tendrá motivos para dudar del cariño que le tengo. Sería buena idea que ella estuviera despierta para acompañarnos en esta plática que pronto tendrá que acabar, pero no es buena idea molestarla...
—Claro, no es buena idea hacerlo. Su miedo no le permitiría verme tan cerca de su hogar. No soportaría presenciar lo siguiente —dijo y le acercó el periódico para que lo tomara.
El inefable misterio que caracterizó aquellas palabras, hizo sentir a Gianna un inquietante abatimiento. La calma avecinaba su desvanecimiento ante la tensión que poco a poco sofocaba esa visita.
El apresurado paso de los segundos, mantuvo enmudecida a Gianna, quien, al tomar el periódico, se permitió desdoblarlo.
Desapercibida, Stella dirigió una de sus manos a sus espaldas. La introdujo entre su cinto y su vestido, esto sin apartar su atención de la mujer que respondía con un tenue gesto de asombro lo que advirtió en el periódico.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Misteri / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...