Elena de pronto se sintió atraída por el exterior. Salir un momento y dejarse atacar por el vendaval, le permitiría relajarse y olvidarse de aquel desagradable momento con su madre. Trataría de despejarse de la serie de acontecimientos que, a esas alturas, ya se habrían consolidado como una inquietante y abstrusa vida.
Haber terminado de desayunar, la motivó a salir un momento. Sin la necesidad de colocarse un abrigo, abrió la puerta y salió. Se detuvo sobre el umbral para apreciar la débil luminosidad del sol filtrada por las grisáceas nubes como sus ojos. El viento corría con energía, alborotaba los pocos árboles y hojas de césped frente a los inmuebles.
La pequeña comenzó a avanzar por el pasillo, hacia la calle, sin olvidar la posibilidad de encontrarse con sus misteriosas vecinas. Tenerlas a ellas en mente, no le provocaba alguna sensación que denotara su temor oculto, ya que aún tenía encima los efectos secundarios de los sedantes.
Elena llegó a la acera avanzando sigilosa y después atisbó a su alrededor. Simplemente la calle Arnsdorf se encontraba sin alguien que deambulara por ella, solo el vendaval. Entonces la pequeña se dio cuenta de una peculiaridad.
El viejo buzón que yacía a unos cuantos metros, cerca de la acera, luchaba contra la hostilidad del ambiente que quería arrebatarle la correspondencia suelta.
—Estaban tan apresurados por irse, que olvidaron tomar el correo —musitó la niña mientras se acercaba al buzón para tomar su contenido, antes de que el viento lo esparciera sin rumbo alguno por todo el vecindario.
Fue tal su sorpresa al percatarse de que el correo era para ella. Apenas abrió la puertilla y se encontró con una nueva muestra del rencor que su compañera Alyssa le aguardaba. Esa niña malvada, desde que se enteró de la llegada de las extrañas vecinas, había decidido atormentar a Elena hasta el hartazgo.
Alyssa tenía una manera poco rudimentaria de infundirle temor a su compañera: introducía en su mochila, o pegaba en las pastas de sus cuadernos, fotografías que ella misma le tomaba a aquellas mujeres. Corría ciegamente la suerte de no ser descubierta por ellas.
Después de lo acontecido en el colegio, Alyssa se dio a la tarea de dejarle un recuerdo a Elena. En mucho tiempo no la volvería a ver para fastidiarla entre clases. Conocía a la perfección su domicilio y aprovecharía los no muy concurridos encuentros con esas mujeres para obtener el material que deseaba.
Al encontrarse con las perturbadoras fotos, Elena resintió la culminación de los efectos secundarios del sedante. Avecinó el más insoportable de sus sentimientos, dejó caer el conjunto de fotografías que ya había extraído y comenzó a dar lentos pasos en retroceso.
—No pueden llegar a manos de esas mujeres —susurró mientras volvía al buzón.
Regresó al conjunto de imágenes inquietantes. La fuerza del viento se había encargado de separar una de estas del resto y la hizo llegar a un costado de la acera, sin que Elena lo notara.
Ella se agachó para tomar las fotografías y luego una hoja de papel escondida entre el buzón. Era la hoja de un cuaderno que bien conocía. Si no fuera por las bolas de papel que en el salón de clases golpeaban sus hombros, no sabría de su procedencia.
«Espero que te encuentres bien, Wyatt, y mejor aún con el recuerdo que traes entre tus manos. Disfruta de esas imágenes y de tu tranquilidad lo más que puedas. La escuela ya no es un lugar seguro, las calles tampoco, y tu casa muy pronto dejará de serlo... que tengas un lindo día».
En esos momentos, aquella fotografía cerca de la acera, ya tomaba lugar en medio de la calle, sin ser percibida aún por Elena. Danzaba con el viento y llegaba poco a poco al otro lado del vecindario, hacia donde se encontraba la casa de las vecinas.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Mystery / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...