Capítulo 42

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Elena se encontraba en su habitación. Yacía sentada en el suelo mientras recargaba su cabeza sobre un costado de la cama. Se esforzaba por no llorar ante los recientes gritos de su madre. Si no fuera por su sosiego emocional de esos momentos, ya habría soltado en llanto.

—¿Por qué tengo que pasar por este tipo de cosas? —musitó desconsolada.

Desde el pasillo que conectaba las recámaras, pronto se escucharon los lentos pasos de su padre. Elena, al percibirlos, se puso de pie.

—Elena... —llamó Brayden con delicadeza. Ello alegró a la pequeña que ansiaba abrazarlo y encontrar la calma en él.

Brayden abrió la puerta y entró.

Elena, al verlo, se le abalanzó para conseguir lo que deseaba. Lograr su cometido, le hizo percibir el olor a alcohol y la algidez de su camisa que se recuperaba de los golpes del viento.

—Te extrañé mucho —susurró al tiempo que su padre le correspondía aquella acción. A él se le dibujó una sonrisa en un rostro de tristeza y depresión.

—Yo también, hija —respondió ebrio.

Él se apartó un poco de ella para mirarla a los ojos. Necesitaba apreciar la inocente y bella mirada de su pequeña hija ante el brillo de la lámpara de cabecera. Necesitaba encontrar la calma ante la desgracia que había cometido hacía unas horas.

—¿Qué tal tu día, princesa?

Elena se quedó un momento en silencio. No se atrevería a contarle lo ocurrido.

—Bien —respondió con una sonrisa fingida—. Papá, ¿y qué tal el tuyo? Demoraste más de lo normal.

—Tuve que quedarme más tiempo en el circo. Hay que limpiar todo el desastre que dejó aquel trágico día. —Colocó una de sus manos sobre el hombro derecho de su hija, y la dirigió hacia la cama para que se acostara.

Brayden siguió los cortos pasos de su hija para sentarse sobre la cama, a un costado de ella. Mientras tanto, comenzaba a ser atormentado por aquello de lo que se lamentaba.

Uno de los hombres que disparaba en contra de Fremont, quien se protegía detrás del tronco de un árbol, había fallado el disparo con el que buscó detener la huida de Giselle. Fremont aprovechó la falla para disparar ferozmente contra su atacante y quitarle la vida.

No pensó Fremont que salvar a Giselle iba a ser algo sencillo luego de tomarla y sacarla de ahí en la camioneta.

—Tranquila, hija —dijo Fremont a su hija mientras ella lo abrazaba melancólica.

Poner el vehículo en marcha les permitió salir de la espesura del bosque y retomar el camino por la carretera. La continuidad de dificultades no se hizo esperar, pues un par de camionetas similares a la aún varada en el lugar del enfrentamiento, se aproximaban. Fremont y Brayden habían dejado con vida a un criminal que no había dudado en pedir ayuda.

Una peligrosa persecución tomó fuerza desde el kilómetro 14 de la carretera Main, y pareció culminar al tomar la desviación hacia la mancomunidad de Landshut.

Brayden mantuvo un intercambio de disparos con sus agresores. Logró sacar del camino a una de las unidades y propició que la siguiente derrapara e impactara contra las paredes de un edificio. Enardecido, pidió a su superior detener la camioneta para descender con rifle en mano. Estaba dispuesto a acabar con quienes probablemente estuvieran heridos. Estaba dispuesto a hacer lo que la policía no era capaz de hacer.

Se acercó a la unidad accidentada y se dio cuenta de que esta era ocupada solo por el conductor, quien tenía un hombro dislocado y una grave herida en la frente.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora