Circo Fremont, Vecindario de Fulda
Bajo la carpa del circo, durante la recién llegada del conticinio, Brayden ató a las gradas a aquel hombre a quien la camioneta había abandonado. Una columna de madera se encargaba de darle soporte a la atadura de sus manos con una oxidada cadena. El hombre permanecía sentado, con una herida en la frente de la que escapaba el carmesí que escurría por casi todo su rostro agotado.
—Te dejaré vivir si confiesas —condicionó Brayden luego de haberle dado una patada en el abdomen.
Fremont y su esposa se encontraban sentados sobre dos pilas de paja, detrás de una tercera que les servía como mesa para colocar las bebidas con las que se embriagaban. Ellos observaban la tortura a la que Brayden sometía al hombre.
—Vamos, Pauling, dime quién los mandó, ¿para qué me quieren? —dijo Brayden por siguiente vez, mientras tomaba una navaja de entre las armas que había despojado al sujeto.
—No diré nada —respondió aturdido.
Brayden de inmediato clavó la hoja de la navaja en una de las piernas del hombre, y con la misma fuerza la desclavó, provocándole un grito de agonizante dolor.
—Tendrás que responder por las buenas o por las malas —agregó luego de agacharse para tomarlo bruscamente del cabello y elevarle la mirada. Pronto comenzó a cortarle las orillas del rostro, como deseando desprendérselo.
Los gritos del hombre no se hicieron esperar. El sentir de la gélida y afilada hoja cortando sus mejillas, le permitió darse cuenta de cuán dispuesto estaba su agresor para quitarle la vida. Atormentado y agobiado optó por responder.
—¡Patrick Freedman, Patrick Freedman nos envió! —gritó—. Ese hombre te quiere muerto.
—¿En dónde lo puedo encontrar? ¿Por qué querría matarme? —inquirió extrañado. Detuvo el corte en la mejilla, pero mantuvo la navaja incrustada en la piel.
—En la bodega que se encuentra entre el vecindario Ulm, de Landshut... Él quiere acabar contigo porque... —alcanzó a decir en medio del dolor agonizante que le corrompía.
—¿Por qué?
—Gracias a su amante... —se esforzó por decir antes de caer inconsciente.
Brayden se puso de pie y volteó hacia donde Fremont y su esposa. No pasaría por alto la posibilidad de ser sorprendido nuevamente y de la misma manera. Viviría alerta hasta dar con quien deseaba su muerte.
—Debo encontrar a ese maldito...
—¿Lo matarás antes de que él te mate a ti? —preguntó Fremont sonriente.
Al día siguiente
La esperada ausencia de su madre, motivó a Elena a salir de casa y encaminarse al lugar donde podría encontrar a su mejor amigo Liam. Había fingido haberse quedado dormida ante su madre, luego se encaminó al closet para tomar un abrigo oscuro que le cubriría un vestido azulado. La soledad invadiría la casa una vez que la pequeña se aproximara a la puerta principal e iniciara el viaje.
Desde el día en que Elena le habló a su padre de los problemas con su madre, esta última vivía ignorándola. No le dirigía la palabra en ningún momento del día, más que para indicarle el lugar donde se encontraba la comida.
Gianna esperaba la noticia de la muerte de Brayden para tomar un camino distinto a costa de los planes de su amante con la pequeña.
Considerando las revelaciones que la noche anterior Stella y Sophia le hicieron saber, Elena concientizaba en la posibilidad de que sus amenazas culminarían muy pronto; no obstante, sabía que un peligro latente acechaba a su propia familia.
Los estragos de las misteriosas sustancias consumidas, le harían pasar por alto el tener que atentar contra la vida de quienes se le cruzaran en el camino para llegar a Liam. Aquellos extraños susurros en el viento ya vivían en su mente, y se escondían tras un rostro inocente y tierno que disfrazaría no muy distantes deseos.
La calle Dittersbach era su punto de destino.
Memorar la dirección que Kylie le había indicado para llegar a su casa, le permitió a la pequeña andar despojada de la desorientación. Avanzaba apresurada sobre la acera. Bajo un cielo nublado y en medio de álgidas y estrepitosas corrientes de viento, se acercaba hacia la calle en cuestión.
Mientras tanto, Brayden arribaba al circo después de un pedido que trajo de la licorería en la que aún no quedaba exento de altercados. Sobrio, descendió de la camioneta de su superior al otro lado de la calle.
Con un par de botellas entre brazos, se acercó a la carpa. Pasó a un lado de la caseta de la que muy pronto repararían los daños. Fremont y la esposa de este, habían adaptado una sección bajo la carpa para dormir ante la llegada de la noche.
Las cualidades del suelo lograban silenciar los pasos de Brayden. La suela de sus zapatos parecía acariciar los suaves granos de tierra y polvo sobre la lona de hule.
A escasos metros de la entrada de la carpa, escuchó al ebrio matrimonio conversar. No habiéndole de importar, Brayden no detuvo su avance. No obstante, a centímetros del marco de la entrada, se vio obligado a hacerlo, ya que las palabras entre Fremont y Gotinga destilaban bastante importancia.
—Unos días más mujer. La próxima semana ya estaremos viajando hasta Berlín. No le daremos noticias, ya nada podrá mantenerlo. En cuanto Zachary me traiga noticias podré precisar el día.
—Nos iremos satisfechos —dijo Gotinga sonriente. Dio una carcajada y continuó—: Ya era hora, Fremont.
—Incluso obtuvimos más. Giselle lo aprovechó al máximo. Gerard al menos pudo asustarlo y recuperar gran parte de nuestro dinero —comentó y escupió en el suelo—. Pero nada se compara con la verdadera masacre... Nadie podría sospechar del dueño ni de sus colaboradores. Nadie, ni el estúpido de Brayden.
—¿No podrían ser más predecibles ahora? —susurró Brayden perplejo.
—Asesinato de Irma... No, ese no era el nombre... ¿Era algo como Falda? ¿Frida? ¿Dónde ocurrió, Fremont? ¿En qué lugar murieron esos niños inocentes? —comentó Gotinga para comenzar a reír—. ¡Fulda!
A Brayden no le importaría tener que acabar con el hombre que había ocultado grandes y tormentosos secretos, y quien lo había utilizado para sus tétricos pasatiempos.
Un oscuro y perturbador deseo iría desempolvándose en lo más recóndito de su inconsciente gracias a las secuelas de su primer homicidio. La ética de Brayden se vería inútil ante un deseo que pronto le atormentaría, el deseo que le arrebataría la humanidad que lo caracterizaba.
Asesinar a toda la familia de Fremont comenzaba a retumbar en su mente.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Misteri / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...