La llegada de la mañana entraba en armonía con un complaciente y pacífico fresco. La nula presencia de árboles apenas marcaba el paso del viento: un cálido regalo del alba. El sol hacía presencia bajo un cielo acariciado por esponjosas nubes blancas.
—Elena, deja de andar preguntando y apúrate que se te va a hacer tarde —gritó Gianna desde el umbral de la puerta principal, lugar en donde esperaba la salida de su hija para llevarla al colegio.
—Yo solo quería despedirme de mi papá. ¿Por qué no me quieres decir por qué se fue más temprano de lo normal? —respondió desde el interior, encaminándose a la puerta y arrastrando una oscura mochila de ruedas. Ante esta pregunta, su madre simplemente dio un suspiro, fastidiada.
—Elena, por favor, evítate de preguntas.
La pequeña se mostró resignada. Salió de la casa vistiendo un uniforme azul marino; con falda, calcetas y un saco de éste color, que hacían juego con una pequeña corbata a rayas amarillenta que resaltaba en una camisa blanca. Bajó del umbral y esperó a que su madre cerrara la puerta.
Las ruedas plastificadas de la mochila, que apenas rodaban hacia la acera, pronto causaron molestia en Gianna, quien parecía haber iniciado mal el día. Y a pesar de ello, incapaz sería de ayudar a su hija a cargar la mochila.
El trayecto al colegio, a pesar de su cercanía, ya se sentía largo y agotador para Elena, última cualidad debida al peso de la mochila a pesar de la ayuda de las ruedas. Ya habían pasado frente a la casa de aquellas mujeres misteriosas. Ante la posibilidad de la salida de las vecinas por la vieja puerta de madera, Elena decidió no mirar hacia esa dirección. Prefería acompañar su trayecto mirando perdidamente el pavimento.
—Sigo sin poder entender por qué color negro —comentó de repente Gianna. Elena quedó en silencio por unos segundos, tiempo después del cual se atrevería a contestar.
—¿Te refieres a la mochila?
—No solo a eso, Elena. Gran parte de tus cosas son de ese color. Eso quiere decir que es tu color favorito.
—Sí —musitó—. Me gusta cómo se ve el color blanco en él. Es como una luz en medio de la...
—Esa manera de pensar tuya es muy absurda. ¿Por qué no elegir el rosa o al menos otro color?
—Me gustan también, mami. Pero prefiero el negro.
—Negro —dijo y, pensando sonriente, añadió—: Me recuerda al color de unos vestidos, hija. Deberías mirar atrás.
Ante el comentario de su madre, un frío repentino estremeció a Elena. Las palabras "vestidos" y "negro" no podían significar otra cosa más que la posible presencia de aquellas mujeres, una presencia que quizás Gianna notó.
La pequeña fue invadida una vez más por el temor y la incertidumbre. Aceleró su paso para estar más cerca de su madre y poder tomar su mano. Cuando lo hizo, la apretó. Una nueva situación que recordó, fue aquel peculiar silbido que el día anterior acompañó la aparición de las mujeres. Un sonido similar llegó a sus oídos. Ellas realmente podrían estar ahí.
La pequeña temblaba, su respiración comenzaba a agitarse. Era de esperarse que su curiosidad pudiera más que cualquier tipo de resistencia, por lo que decidió voltear hacia atrás. Su mirada poco a poco abarcaba a sus espaldas un mayor campo de visión. El peculiar sonido cesó por unos instantes.
Cuando su atención alcanzó por completo el escenario, sintió un gran alivio, pues en medio de la calle solo se hallaba un pajarillo. Ninguna persona se encontraba detrás de ellas, y ellas cada vez más se aproximaban a su destino.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Mystery / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...