El día en que Elena se encargaría de saldar una cuenta de la manera que había consolidado desde su estancia en el hospital psiquiátrico, llegaba cual gotas estrepitosas de lluvia provenientes de una grisácea nube; como las que llegó a apreciar a través de una rejilla que le comunicaba con el exterior del edificio en donde recibió un ineficiente tratamiento para su deteriorada mentalidad.
A través de los pasillos, las delgadas ruedas de su silla le conducían hasta donde Alyssa yacía.
—Esto te agradará bastante —dijo Elena a punto de llegar su destino, mientras sostenía un fajo de fotografías obtenidas gracias a su padre, fotografías impactantes.
Sentada sobre una silla de madera, en el centro de aquella habitación, Alyssa abrió los ojos. Un fuerte sedante la había mantenido dormida durante dieciocho horas, por lo que la sensación de debilidad le atormentaba. De inmediato se sintió alarmada cuando, al tratar de levantarse, su atadura con esposas al respaldo de la silla se lo impidió.
— ¿En dónde estoy? —se preguntaba alterada, mientras apreciaba cada rincón dentro de la habitación. Nada más que ella y su atadura a la silla ocupaban lugar ahí.
La puerta abierta frente a ella le permitió advertir el arribo de su ex compañera de clase.
—¿Elena? —cuestionó extrañada—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Hola, Alyssa —saludó sonriente, al tiempo que empujaba las ruedas de la silla para avanzar y quedar frente a su víctima Sobre sus piernas descansaban las fotografías.
—¿Qué te pasó? Vaya, es cierto que han pasado tantas cosas —comentó asombrada al verla en silla de ruedas, al mismo tiempo que comenzaba a forcejear con el respaldo de la silla—. Pero bueno, eso no importa. Me alegra que estés aquí, apúrate, ayúdame a liberarme.
Elena dio una pequeña carcajada.
—Ya llegará el momento en que pueda liberarte... Es bueno que despertaras más pronto de lo que pensé. Me hubiera quedado aquí esperando a que abrieras los ojos y reaccionaras como ahora.
—¿Estoy aquí por tu culpa? —preguntó alterada, invadida por un prominente temor que no sería capaz de apaciguar—. ¿Qué quieres conmigo?
—Hace mucho tiempo que no hemos tenido la oportunidad de vernos, y he llegado a extrañar nuestras clases en el colegio. Lástima que siga cerrado. Llegué a extrañar la manera tan torpe en cómo me tratabas. Nunca lo olvidé. No olvidé la manera en la que me asustaste con esas mujeres a las que yo temía.
—Elena, deja de jugar —dijo, formándosele una sonrisa, creyendo por un momento que esas palabras eran parte de un juego. Su personalidad odiosa saldría por un momento a la luz—. Aunque tienes razón. Sabía cómo divertirme contigo, no podía desaprovechar la oportunidad para hacerte ver como una miedosa delante de todo el salón.
—Y te divertiste mucho. Me hiciste pasar miedo, hasta hacerme llorar. Ahora es mi turno, Alyssa... es mi turno de divertirme.
Elena tomó el montón de fotografías para observarlas. Una de ellas le hizo sonreír.
—Se cuánto amas a tu prima favorita —comentó, y extendiéndole la foto para que la viese, esperó la llegada repentina de una reacción.
—¡Esto no puede ser posible! —exclamó estremecida al apreciar en la imagen el cuerpo inerte de ese familiar suyo. La habitación de fondo y el estilo de ropa que vestía, la apartaban de intuir en la posibilidad de una farsa o de un truco fotográfico—. No puede ser cierto.
Elena dejó caer la fotografía para poner ante el campo de visión de Alyssa, un conjunto de tres, en las que se visualizaba la misma situación mostrando perspectivas diferentes, inquietantes y perturbadoras.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Misteri / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...