—¿Quiénes serán los jugadores? —preguntó Elena a su padre, mientras él se disponía a abrir el portón e ingresar al lugar que su hija vería por primera vez.
—La gente mala que se encuentra aquí, seguro tiene familia a la que le guste jugar ajedrez.
Brayden se encargó de la captura de Fremont y su familia para el día en que su hija desease presenciar una partida de ajedrez literalmente a muerte.
Cerca de la ciudad de Gera, Brayden había logrado dar con el paradero de la familia, durante el traslado de esta a la gran ciudad de Berlín para darle seguimiento a los desagradables caminos de Tobin, a quien Brayden también había privado de su libertad para invitarlo al "juego".
Al despertar, Fremont ansiaría una explicación al por qué se encontraba sobre un cuadrante blanco de casi dos metros cuadrados. No estaría dispuesto a concebir la idea de haber sido capturado por el hombre que creyó destrozado emocionalmente después de haber creído asesinar a su hija.
Sobre el suelo yacía un largo y afilado cuchillo.
Un fuerte sonido, agudo y monótono, retumbó cada rincón del enorme salón en que se disputaría el gran juego, provocando que cada uno de los jugadores, en el tablero, despertarán de su sueño.
Cada uno de los 64 cuadrantes en el tablero se mostraban delimitados por una rejilla de metal que se extendía hasta un techo de casi diez metros de alto, dando la idea a quien lograse ponerse de pie, de que se trataba de una pequeña prisión, cerca de la cual se encontraban con conocidos, familiares o amigos. Sobre ellos colgaban una serie de seis lámparas que alumbraban la intercalación de colores monocromáticos debajo de las 32 personas totales de ahí y sus chalecos que les identificaba el bando. Letreros con el nombre de la pieza a la que correspondían se mantenían atados a sus chalecos.
—Gotinga —dijo Fremont, luego de ponerse de pie y apreciar, a través de las rejillas, la presencia de su esposa en el siguiente cuadrante, a su lado izquierdo.
—Fremont, ¿en dónde estamos? —preguntó ella, alterada, tratando de empujar las rejas que la contenían.
—No lo sé... ¿En dónde están Gerard y Giselle?
A un costado del tablero, una especie de balcón ocupaba lugar; sobre este, Brayden y su hija observaban lo que ocurría seis metros debajo de ellos. A los costados de la sección de donde yacían, se elevaban dos columnas de la misma altura, y alrededor de estás un conjunto de escalones se elevaban, desde el suelo, hasta su cima plana.
Considerando la ayuda que necesitaban para realizar tal acto inhumano, Brayden había seleccionado a dos hombres torturados en una de las habitaciones cercanas a este lugar, para que se encargasen de encaminar a los dos jugadores hacia las columnas desde donde tendrían que llevar a cabo cada una de sus jugadas.
—Uno de mis pasatiempos favoritos —comenzó a hablar Brayden. Su voz sobresalía entre los murmullos del pánico de la gente. El fulgor de las lámparas impedía a la gente verle y saber de su presencia. Su voz formaba un inusual eco que mantenía incierta su procedencia—, es el ajedrez, mi hija y yo disfrutamos mucho de una partida de tan placentera índole. Hoy volverá a suceder, y ustedes participarán en el juego.
Esas palabras fueron suficientes para dar cuenta a cada uno de los presentes del porqué de su posición dentro de lo que ya consideraban un verdadero tablero.
—¿Brayden? —susurró Fremont temeroso—. No puedes ser tú. ¿Qué crees que vas a hacer?
—¡Ahí están nuestros hijos! —exclamó Gotinga, al divisar a Gerard y a Giselle en el grupo contrario.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Mystery / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...