Caía la tarde. Las indefensas copas de los árboles eran estremecidas por el repentino vendaval. La llegada del otoño se encontraba a la puerta. El nulo paso de los rayos del sol, a través de las espesas y grisáceas nubes, comenzaba a inundar las calles con un denso y tiritante frío.
Brayden se había quedado con un limitado descubrimiento. No pudo soportar las temibles posibilidades que le rumoraba el bosque, esas sobre que en cualquier momento podrían volver los asesinos a su guarida. Se había encontrado un conjunto de huellas diferentes al tipo de calzado que tanto él como su superior usaban. Él conocía a la perfección los de Dimitri: esos zapatos puntiagudos que, de manera imposible, coincidirían con los que dejaron las marcas bajo tierra. En efecto, todo el teatro mortal fue una labor realizada por varios y cautelosos hombres.
Había localizado, entre los escenarios deprimentes, una herramienta de sencillo traslado, la cual decidió llevar a casa y ocultar de la asociación.
—Te ves tan linda cuando duermes, hija —susurró a los oídos de Elena mientras ella dormía plácidamente sobre la cama,
Brayden había llegado antes de la puesta de sol. Extrañado por no haber encontrado a su esposa en la casa, había decidido subir al cuarto de su hija, a quien extrañamente encontró dormida.
—Lamento mucho que estés pasando por esto... —musitó, al tiempo que le acariciaba el cabestrillo del que dentro de poco ella se despojaría.
Luego decidió esperar a su esposa en la sala. Ya había pasado un momento en la habitación de su hija. Verla lo logró apaciguar.
En la casa reinaba el silencio, solo el viento proveniente de afuera emitía cierto ruido tras el roce con los inmuebles del vecindario y los pocos árboles. Cerrando sus ojos, Brayden decidió entrar en relajación, un estado de calma que pronto se vería afectado por el rechinar de la puerta principal.
Gianna llegó y Brayden se percató de ello.
—¿En dónde estabas? —preguntó una vez que ella se encaminaba a la sala, en inútiles esfuerzos por no provocar algún tipo de ruido.
—Oh, Brayden. Llegaste más pronto de lo habitual —respondió nerviosa, esbozando una sonrisa al verlo.
—Lo sé —dijo, se levantó del sofá y agregó lo más afable que le fue posible—: Llego y no te encuentro aquí. ¿En dónde estabas?
—Fui a buscar trabajo —murmuró.
—¿Trabajo? ¿Qué clase de trabajo?
—De mesera...
Ella se despojó de su abrigo y lo colocó sobre un perchero.
—Creí que ese trabajo se lo había ganado alguien más.
—Sí —respondió intranquila—. Este es nuevo. Fui a buscar otro restaurante en el que estaban contratando a una mesera y... me lo dieron.
Brayden volvió al sofá, habiendo recibido la respuesta que seguro necesitaba para hacerlo.
—¿Cuándo comienzas?
—Ma... mañana... —respondió, conservando aquella sonrisa fingida.
—Te noto rara, Gianna. ¿Por qué no me avisaste que saldrías a buscar trabajo? La niña se quedó sola.
—Era urgente, Brayden. —Comenzó a caminar rumbo a la cocina.
—¿A dónde vas? —preguntó en cuanto ella le dio la espalda.
—A la cocina
—Al menos respóndeme, ¿por qué dejaste sola a la niña? —agregó decidido a seguirle el paso. Ante esto, ella volteó a verlo y le mostró un rostro de indiferencia.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Mystery / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...