Capítulo 38

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Cerca del kilómetro 13 de la carretera Main

—Sabía que en algún momento tendría que pasar por esto —susurró Giselle agitada, detrás de un arbusto y tendida sobre el húmedo suelo—. No lo imaginaba así...

Uno de los terribles hombres que andaba en su búsqueda, la había localizado detrás del árbol en que, en una primera instancia, ella se había alojado. El pánico motivó a la mujer a dar su último y gran esfuerzo por escapar. Volvió a escurrirse entre los troncos e irregularidades en el terreno. Volvió a perder a sus victimarios y se ocultó entre los arbustos.

Entre sus manos sostenía el teléfono. Giselle deseaba con toda su alma llamar de nueva cuenta a su padre, tener noticias de él y de su ubicación. Haber perdido la cobertura le trajo consigo un sentir resiliente que parecía no tener fin. Las probabilidades de salir con vida resultaban nulas y poco alentadoras.

—No puede estar tan lejos —alcanzó a percibir Giselle entre la espesura de los árboles.

—No puede ser —musitó desesperada. Con cautela se acercó lo más posible hacia el arbusto, después abrazó sus piernas y esperó cualquier situación que impredecible e inciertamente pudiera presentarse. Dos de los asesinos se encontraban a unos cuantos metros de ella.

—Hace un momento salió de detrás de un árbol. Si no podemos localizarla huyendo es porque debe estar escondida —dijo uno de ellos.

—Así es como la policía debería reaccionar —dijo Fremont molesto, con la mirada al frente y sin ser capaz de despegar su pie del acelerador—. Ahora ya no tiene caso llamarlos y esperar a que se encarguen de esto.

—Señor, no sabemos contra qué clase de sujetos nos enfrentamos —comentó Brayden sosteniendo entre sus manos uno de los rifles.

—Lástima que no trajimos una botella de alcohol. Sé que usted haría cualquier cosa por su hija si ella se encontrara en una situación similar. No tomaría en cuenta a la policía y usted mismo iría en su rescate.

—Lo sé, pero haría lo posible por no llamar la atención de esos malditos.

—Usted entiende que el amor aquí nos lleva al verdadero peligro. Pero en estos casos ya no lo vería como algo dulce y tierno, sino como una fortaleza.

El estresante sonido que anunciaba la cercanía de aquellos hombres, se enmudeció. Giselle parecía desfallecer a causa del prominente temor por ser encontrada. Comenzaba a considerar la idea de salir corriendo y buscar un nuevo escondite; no obstante, debía cerciorarse de la ubicación de los asesinos.

Con cuidado se volteó para hincarse y poder mirar hacia donde el murmullo se había extinto. Extrañada por la ausencia de pasos que se conjuntaron con el ambiente, elevó su cabeza y apreció de mejor manera aquel paraje. No había nadie que pudiera ponerla en peligro.

Giselle bajó su mirada y volvió a sentarse; sin embargo, una fuerza repentina la tomó de los brazos y le estremeció de inmediato.

—Al fin te encontramos, preciosa —dijo quien la había tomado, al mismo tiempo que con una mano la enmudeció provocando la caída de su teléfono.

Ella comenzó a forcejear y a resistirse ante el objetivo de sus agresores de llevarla a otro lugar. Evidenció en el suelo las marcas de su desespero.

—No debiste hacer eso, preciosa —agregó uno de ellos, el único hombre con capote y una espesa barba. Luego hizo detener a quien la forzaba a avanzar. Entre sollozos, ella continuaba esforzándose por liberarse—. No eres la única que lo ha hecho. Hemos tenido que encontrarlos, y créeme que lo que les pasa es peor de lo que pueden imaginar.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora