Habiendo tomado una desviación por un costado del Colegio Marburgo, Elena continuó su caminata apresurada por la acera. Esperaba llegar a la intersección de Goslar y Weimar para tomar camino hasta las inmediaciones de Dittersbach.
En sentido contrario se aproximaba una patrulla de policía. Andaba sin perturbar el ambiente como lo hacían las demás en la zona. Elena, al advertir la unidad, siguió con su camino; sin embargo, la pronta incorporación del vehículo al carril contrario le alarmó.
La patrulla se estacionó a un par de metros adelante de la pequeña. La ventana de la puerta del conductor descendió y dejó ver al policía tras el volante.
—¿A dónde vas, pequeña? —preguntó una vez que la niña pasó a un costado. Ella, trémula, se detuvo—. Corres un grave peligro en estos lugares, ¿En dónde están tus padres?
Ella sabía que pedirle ayuda al oficial para rescatar a su amigo, representaría un grave riesgo.
—Voy a la casa de un amigo mío —respondió tímida
—¿En dónde vive?
—En... Dittersbach.
—¿En Dittersbach? Ahí nadie vive...
—Cerca de ahí —interrumpió.
Al formársele una sonrisa en el rostro, el oficial propuso a la pequeña llevarla hasta su destino. Esa oportunidad le ayudaría a la última a llegar más pronto al lugar y volver a casa antes que su madre.
—Aquí no correrás ninguna clase de riesgo —dijo luego de que la pequeña tomara lugar en el asiento del copiloto y cerrara la puerta.
El oficial puso en marcha la unidad y giró el volante para retornar.
—Agradezco su ayuda.
—Al menos hay alguien que agradece a un policía. Aunque si de paseos se trata, es comprensible que lo hagan. Ya han dejado de creer en nosotros. Esos tipos se han salido con la suya y nos hacen ver como un verdadero estorbo.
—Puede que la gente sepa varias cosas sobre ellos, como su ubicación. Pero tienen miedo de que les hagan algo malo.
—¿Tu sabes algo? —inquirió extrañado.
—No —respondió con la mirada fija en el camino—. Sería bueno saberlo, y bueno conocer a la gente que lo sabe... Estoy segura que ustedes algún día lo lograrán, pero ya no será como antes.
—¿Cuál es tu nombre?
—Elena —contestó y lo volteó a ver. La travesía desde el vidrio del parabrisas hasta el perfil del policía, le permitió percatarse del arma que descansaba cerca del freno de mano, y que cubría el orificio del portavasos. Se trataba de un revólver.
—Es un bello nombre —comentó él tiernamente.
Pronto la patrulla tomó una desviación en el kilómetro 18 de la carretera, después de la intersección de Goslar y Weimar, y pasaron por el lugar en el que Kylie había muerto, ahí donde aguardaba todavía el fiambre de la mujer.
—Qué desagradable —comentó el oficial mientras subía el vidrio de su ventana.
—¿Puede dejarme en esa desviación? —pidió Elena advirtiendo en la lejanía el lugar que la conduciría a la calle.
—Como gustes, pequeña —respondió acentuando su sonrisa y mirando a la pequeña, quien ya comenzaba a impacientarse.
Una vez que la unidad se acercó a la desviación, el oficial apagó el motor. Elena se dispuso a abrir la puerta y descender.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Mistério / SuspenseEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...