3 días después
En el rincón más solitario del ático, Elena había de recordar el día anterior; el punto declive de su estabilidad emocional; el punto determinante del amor insuperable de su padre hacia Gianna, la mujer a la que ya consideraba la peor de las madres.
A través de la escotilla del ático, ingresaba en diagonal la luz del atardecer adornado por amarillentas y doradas nubes. La pacífica luz acariciaba las hojas oscuras sobre la mesa en la que Elena retomaba uno de sus pasatiempos favoritos que, ante las circunstancias, le fungía como una manera de desahogarse.
Sus grisáceos ojos fortalecían su belleza ante su exposición a la luz, y le relucían un vestido negro con bordes blanquecinos. Un moño tipo gala de terciopelo azul adornaba el cuello del vestido.
Con un color blanco la pequeña trazaba, desesperada, una escena sobre una de las hojas, otra a punto de ser consumida para acompañar a un pequeño montón formado por tres de estas. En una de ellas el nombre de su mejor amigo yacía por todos los rincones, en distintos tamaños y entre un par de feroces signos de admiración.
Los trazos desentrañaban un suceso que lamentablemente había desembocado en una diferencia entre sus padres. Brayden se mostraba cubierto por una caja con barrotes, preso por el amante de su madre, a quien Elena dibujó con una sonrisa de oreja a oreja. Ella se dibujó tratando de sacar a su padre de tan tormentosa prisión, atada a la rueda y manubrio de una bicicleta partida a la mitad. Sobre el escenario un avión cursaba los cielos.
Siendo obligada por su madre a tomar aire puro en el patio, Elena se vio atraída por un par de ruedas que sobresalían de entre los descuidados arbustos en el vecindario de enfrente. La curiosidad fue partícipe de su misterioso hallazgo, un descubrimiento que la ataría a una depresión de la que se libraría una vez que tuviera conocimiento del paradero de su mejor amigo.
Una bicicleta ocupaba lugar entre el follaje. Rasgos particulares en el cuadro de esta, le permitieron a Elena determinar al dueño. Estampados de aeronaves y las iniciales "E y L" a pocos centímetros del manubrio, la preocuparon.
—¿Liam? —preguntó saliendo de una etapa no duradera de susurros—. ¿En dónde estás? Sabes perfectamente que entre nosotros está prohibido jugar a las escondidas.
Al no encontrar a su amigo, luego de una larga búsqueda esquiva por casi todo el vecindario, optó por contarle a su madre; sin embargo, Gianna no le dio mucha importancia al asunto.
Fue hasta la pronta llegada de su padre cuando Elena volvió a tocar el tema. La desaparición de su mejor amigo le causaría un dolor importante.
Al enterarse de la noticia, Brayden llegó a coincidir con la misma respuesta de su esposa. Fueron el alcohol y sus problemas en el circo los causantes de ello.
«Tal vez olvidó la bicicleta en ese lugar», esa respuesta sin fundamento acrecentó la angustia de la pequeña y la dirigió a su habitación.
Fue hasta la visita de su padre a donde la pequeña se encontraba, cuando la zozobra en ella le motivó a liberarse de un gran cúmulo de verdades con las que consiguió poner en dificultades a su madre.
Elena se armó de valor para contar lo mucho que las amenazas de Gianna la habían enmudecido por varias semanas.
—Desde que comenzaron los problemas en estos lugares, comenzaron los problemas con ella —dijo Elena a su padre, sentada sobre la cama y él sobre un costado de esta—. Papá, llegué a pensar que no me quería. Su manera de hablarme mientras no te encontrabas, me lastimaba, y ella solo sonreía.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Mystery / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...