Capítulo 5

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Bajo la llegada del conticinio terminaba una jornada de trabajo por parte de Brayden.

En casa ya se encontraba Gianna, quien, como era de esperarse, aún le mantenía oculto a su hija el lugar al que había salido.

Elena aguardaba y esperaba ansiosa en su habitación. Recordaba lo sucedido durante el día, la fatalidad que esperaba fortalecerse. Perdida estaba su mirada en el techo, y acariciado era su rostro por la luminosidad de la lámpara a un costado de la cama.

—Hija —se escuchó al otro lado de la puerta entreabierta. Ese llamado sacó a la pequeña de la inmensidad de sus recuerdos.

—¿Papá? —preguntó mientras se incorporaba sobre la cama.

—Sí, soy yo, hija —respondió, al tiempo que empujaba lentamente la puerta para ingresar a la habitación.

—Creí que hoy saldrías más tarde del trabajo. Te fuiste más temprano de lo normal.

Él entró y se sentó a un lado de la cama.

—Tenía que llegar más temprano para poder hablar con mi jefe —respondió con una sonrisa fingida.

—Te noto triste.

Brayden dio un suspiro profundo.

—A ti no te puedo mentir, princesa. Estoy pasando por un pequeño problema en el trabajo. No me he esforzado lo suficiente...

—¿Bromeas? Eres el mejor articulista de todo el mundo. Tú siempre te has esforzado en tu trabajo. Con mi apoyo y con el de mi mamá...

—Sé que puedo contar siempre con ustedes —interrumpió—. Nunca les faltará nada. Pero cuéntame, ¿cómo te fue hoy en la escuela?

—Me fue bien, aunque...

Y la pequeña se dispuso a contarle aquello que ocurrió en el colegio durante la clase del profesor Owen. Creía que mencionarle a sus vecinas le despojaría de unas cuantas dudas.

—¿Siguen con eso? Hija, a pesar de que ayer se mudaron, no es bueno que se imaginen esa clase de cosas sobre ellas.

—Lo sé, papá, pero son tan misteriosas que cuando el profesor escuchó de ellas nos mandó a nuestros lugares... nunca lo había hecho. En la hora del descanso, uno de mis compañeros me buscó para que le contara más acerca de esas mujeres. Y sabes, él mencionó que había visto en un periódico la noticia de dos mujeres criminales que escaparon de prisión.

Lo que menos esperaba Brayden era que esa información llegara al conocimiento de Elena. Era información a la que el profesor Dimitri Blanch estaba bastante aferrado, y con la que creía que se daría respuesta a muchas interrogantes en torno a Alfred Newirth.

—Esa noticia es falsa —se decidió Brayden a responder—. Tiene casi diez años desde el último artículo que se escribió sobre ellas. Solo fue una simple leyenda para justificar un par de crímenes cometidos en esas fechas.

—¿Entonces esas mujeres nunca existieron?

«Por supuesto que sí, señor Wyatt. El policía imbécil que quiso librarse del asunto, no puede salirse con la suya. Esas mujeres tienen algo que ver con ese par de hombres encontrados sin vida cerca del domicilio de ellas», recordó Brayden las palabras que su superior le había dicho meses atrás, cuando le hizo la misma pregunta que Elena.

—No lo sé, hija. Y si hubieran existido, ahora estarían muertas... o más viejas. Es por eso que nuestras nuevas vecinas no pueden ser esas criminales.

—Cuéntame esa leyenda, papá —pidió Elena, interesada.

Brayden no podría temer a contarle una simple leyenda a su hija... una simple leyenda que no estaría dispuesto a ubicar en la localidad en que vivían.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora