Capítulo 40

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Nadie que pudiera poner sus vidas en peligro, se encontraba en el interior; no obstante, una terrible muestra de perversión e inhumanidad tenía lugar ahí.

En un rincón descansaba, sobre una silla, el cuerpo de un hombre; un hombre que portaba un traje de gala cuya blanca camisa había sido teñida por la sangre filtrada por las cuencas de sus ojos. Ambas piernas se encontraban ausentes. Sus lugares eran ocupados por dos palos de escoba de los que descendía el carmesí que desembocaba en el suelo lleno de confeti.

La temática dentro de aquella habitación, parecía ser la causante de la perturbadora sonrisa en el rostro de la víctima. Sobre las paredes se hallaba la inscripción: Alles Gute Zum Geburtstag. Era ocupada cada pared por cada una de esas palabras.

—Feliz cumpleaños —susurró Elena al leer las paredes. Se le aceleró la respiración y se volvió perceptible su nerviosismo. Cerró con fuerza sus pequeños ojos y tomó a Kylie de la mano.

—Tendremos que espe... —dijo pero fue interrumpida por una convulsa arcada.

Ambas presencias de quienes las mujeres se ocultaban, pronto pasaron frente a la entrada de la habitación en cuestión. Ellas solo se mantuvieron en silencio, sin realizar alguna acción que pudiera delatar su ubicación.

—¿En dónde están? —se escuchó de parte de uno de los sujetos—. La mujer y la niña.

—¿De qué hablas? No he visto pasar a nadie por aquí... —respondió aquel con la linterna entre manos.

—¡Maldición! —exclamó dando un golpe a una de las paredes—. No pueden estar muy lejos.

—Amigo, ¿sabes lo que pasaría si se enteran de esto? Te convendría no meterte con ellas y esperar a que alguien más las descubra.

—No puedo hacer eso. Me ordenaron vigilar esa zona.

Kylie y Elena escuchaban con atención. Estar muy próximas al marco de la entrada, les permitió dirigirse cuidadosamente hasta uno de los rincones. La primera se esforzaba en no vomitar ante el tenue petricor que atormentaba su nariz.

—Escuché que a esa niña la quieren sana y salva —dijo uno de ellos causando completa extrañeza en Elena, quien poco a poco abría los ojos.

—Nadie lo sabe más que yo. Si alguien la llega a encontrar no dudará en matarla. No puedo dejar que se escondan —agregó y reanudó su avance.

—Deben tener miedo —le dijo mientras lo seguía con la mirada hasta el final del pasillo—. No podrán encontrar la salida.

Pasos apresurados que se perdieron en cuestión de segundos, llenaron de alivio a ambas mujeres. El hombre con linterna en mano decidió continuar con su camino.

—Te quieren a ti. Ellos no te quieren hacer daño —dijo Kylie nerviosa y volteando a ver a Elena—. Debes alejarte de mí. Si te entregas a ellos podré salvarme.

—No puede dejarme con ellos —respondió asustada.

—Si te llevo conmigo y nos encuentran, a mí me matarán. El resultado sería el mismo pero, si no estoy contigo, podría encontrar la salida más fácil.

—No lo haga. —La tomó de ambas manos y la miró con ojos cristalinos—. Solo quiero estar con mis padres... En un principio usted quería ayudarme.

—Tu misma viste lo que pasó —respondió melancólica—. Me arrebataron lo único que tenía. No tenían por qué traernos a este maldito lugar.

Kylie comenzó a llorar. Elena simplemente la observó. Unos enrojecidos ojos le permitieron comprender el gran dolor que le aquejaba y el estorbo que representaba para ella.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora