Una semana después
Elena vivía en la espera de la tranquilidad, del poco sosiego que le había sido arrebatado después atestiguar la terrible muerte de un inocente a manos de las vecinas, a quienes ya no veía desde entonces.
Luego de ese asesinato, no se hizo esperar el paso de decenas de patrullas y un par de ambulancias por la calle Arnsdorf. Sucedió el anuncio de ese hecho, ese mismo día, en la televisión y en casi todos los diarios locales. La unidad accidentada y el oficial apuñalado, acentuaron la feroz búsqueda de las "Hermanas Newirth". Gracias a la influencia del semanario Newirth, la policía decidió atribuirles a ellas la culpa de la desolación en esa región del país. Una nueva y superflua ley ya ocupaba los titulares de importancia: Cualquier par de mujeres halladas en las calles, serán detenidas y ejecutadas.
Entre todos los aspectos que atormentaban a Elena día y noche, se encontraba también la perturbadora sonrisa y postura de su compañero de clase, Chase; esa horrible e inolvidable faceta ante el cadáver en el colegio todavía cerrado.
Elena recordaba el día en que evadió las recomendaciones de sus vecinas y salió de casa para dejarse consumir por el vendaval predominante:
Se mantuvo alerta y cautelosa para no ser vista por ellas. Llegó a donde el buzón cuando de pronto, una inesperada presencia asaltó sus grisáceos ojos: no podía creer que Chase Bentley saliera de la vieja casa, el hogar habitado por Stella y Sophia. Resultó extraño que esas mujeres no le acompañaran ni se aparecieran en ninguna parte, simplemente la camioneta negra Ford Ranger esperaba aparcada frente al inmueble. El pequeño, despreocupado y sonriente, avanzó hacia el vehículo para abordarlo y retirarse.
Eso ayudó a la pequeña a tratar de determinar el porqué de la actitud de Chase. Se aseguró de la relación de él con las vecinas y de la complicidad con ellas en la tragedia del colegio.
A lo largo de una semana, la pequeña encontró a penas la tranquilidad en sus pasatiempos favoritos, siempre y cuando estos fueran arraigados por la ausencia repentina, y aún abstrusa, de sus emociones, producto de las casi incontables veces en las que Gianna la hacía dormir para ir a donde Patrick.
Elena deseaba con toda su alma contarle a su padre cada situación que la aquejaba; hacerle saber la distancia entre ella y su madre, y su sentir que cambiaba impredeciblemente al ritmo de la aparición de cuerpos sin vida en algún vecindario. Cometía un gran error al no mencionar alguna palabra de eso. No quería correr el riesgo de sufrir el producto de alguna amenaza, tampoco deseaba que su vida se desmoronara en un santiamén.
Ese día su madre Gianna no iría a su "trabajo de mesera". Las últimas y únicas palabras que había recibido de ella fueron indicaciones para prepararse el desayuno.
Ya habían pasado unas horas y el cielo arrebolado anunciaba la llegada de la tarde, y consigo, el sosiego transmitido por parte del cálido ambiente.
La pequeña se encontraba en el ático. Estaba a punto de volver a su nuevo pasatiempo favorito. Aquel libro que había encontrado debajo de la mesa en la sala, ocupaba lugar dentro de una vieja caja de cartón que contenía gran parte de sus dibujos con colores blancos en hojas negras. Aprovecharía la ausencia de su padre y la distracción de su madre, para enfrascarse en una lectura discreta que poco a poco cobraría con la vaga y débil inocencia que le quedaba.
A medida que avanzaba por las páginas del libro y sus imágenes escalofriantes, no evitó sentir cierta fascinación; fascinación por el porte terrible de aquellos artilugios. El creciente apetito le hizo alejarse del libro y dirigirse a donde su madre para que ella la alimentara, o al menos que le indicara cómo y qué prepararse.
Bajó las escaleras apresurada. Pronto llegó al pasillo que conectaba las habitaciones y que la llevaría a las escaleras hacia la planta baja. Pasó frente a la habitación de sus padres y notó la puerta entreabierta. Decidió empujarla. Al hacerlo con cautela, atisbó a su madre durmiendo sobre la cama
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Mystery / ThrillerEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...