Capítulo 11

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—¿No te parece que Chase es muy extraño? —preguntó Liam a su mejor amiga, en aquel lugar en el que ambos acostumbraban estar una vez que comenzaba la hora del descanso.

Aún se vivía la incertidumbre de quién era con exactitud el pequeño que se había incorporado a la clase del profesor Owen. Algunos no dudaron en darle seguimiento al pequeño a la hora de descanso y pensar en la posibilidad de dirigirle la palabra.

En aquella zona verde, sobre el par de troncos que fungían como asientos, los mejores amigos se encontraban plácidamente. A lo lejos pudieron percatarse de la presencia de Chase, quien se hallaba sentado en un banco a un costado de uno de los edificios. Miraba hacia el suelo, intranquilo y sin alguien que se le acercara.

—¿Te das cuenta de algo? —preguntó Elena de pronto, mientras observaba a su nuevo compañero—. En estos días todo se ha vuelto misterioso. Seguimos sin saber quiénes son mis vecinas, tenemos este asunto con Chase, y... bueno, he pasado por varias cosas que me hacen pensar lo mismo.

—Tal vez sea misterioso, pero no es algo que pueda interesarnos. No lo digo por tus asuntos personales —dijo esbozando una sonrisa—. Aunque me he dado cuenta de que no quisiera tener que descubrir el asunto de tus vecinas. Lo que es mejor es saber de dónde viene Chase. ¿Qué tal si vamos a hablarle? Él no podría hacernos daño.

—No puedes estar tan seguro —comentó ella sorprendida e inquieta, mientras devolvía a su mochila un pequeño contenedor de plástico junto con un tenedor que contenía pequeños restos de durazno—. Es mejor esperar.

—No hay nada que esperar, Elena. Voy a ir —se decidió, al tiempo que se levantó de su asiento y guardó el envoltorio de una barra de chocolate que ya había consumido—. ¿Quieres acompañarme?

—No lo... no lo sé —titubeó.

—No tenemos nada que perder, vamos.

Elena accedió y pronto los amigos se encaminaron hacia donde Chase, hacia donde el viento parecía estremecerse.

—Hola, Chase —saludó Liam a unos pocos metros de él.

Quienes se percataron de ese suceso que les provocó sorpresa, no tardaron en compartir murmullos que enfatizaban la valentía y atrevimiento que caracterizaba a Liam. Ante aquel saludo, Chase permaneció inmutable, aún con la mirada en el suelo. Fueron suficientes unos pocos segundos para que la levantara lentamente.

—Hola —musitó coincidiendo con una fría corriente de viento que atravesó la corta distancia que los separaba.

—¿Cómo estás? ¿Por qué estás solo aquí? —preguntó mientras Elena permanecía a su diestra.

—¿Quién eres? —inquirió Chase volviendo una vez más su mirada al suelo, como si ahí tuviera un espectáculo muy interesante del que no podría perder detalle.

—Me llamo Liam y ella es mi mejor amiga Elena —respondió provocando que Chase, extrañado, levantara de nueva cuenta la mirada.

—¿Te llamas Elena? —preguntó y de inmediato se levantó de la banca.

—Sí... Me llamo Elena.

—¿Elena qué? —inquirió mientras ponía atención en el cabestrillo de ella.

—Wyatt... Elena Wyatt.

—¿Cómo te hiciste eso?

—Caí, mientras iba de paseo con mi padre —respondió sin dudar, como si eso le fuera a conducir a las respuestas que tanto necesitaba.

—Sé que al único lugar agradable a donde se puede ir de paseo, es al bosque Dresdner.

Elena se armó con un gesto de extrañeza y sorpresa. No tardaría en ser atacada por la idea de Chase podría estar relacionado con lo hallado en la cámara subterránea.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora