Capítulo 23

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Las mujeres continuaron su camino en dirección contraria a su hogar. Pasaron a la diestra de la pequeña que las seguía con la mirada, en medio del vendaval que alborotaba con levedad sus vestidos.

—Lo que me dijeron debe significar algo... —pensaba en su esfuerzo por aclarar cada uno de los aspectos que trataron en la tan reciente e inesperada plática. Sabía que más que nunca debía vivir alerta.

—Elena... —mencionaba Stella mientras avanzaba con su compañera y poco a poco se perdían de la vista de la pequeña. Pero una necesidad repentina de voltear y saludarla en la lejanía, le invadió. Y así lo hizo: volteó deteniendo el paso, y lentamente levantó un brazo para agitarlo con delicadeza.

Elena sucumbió ante la sensación que la motivaría a huir; huir del terror destilado en el aire.

—Elena... Wyatt —mencionó Sophia.

—Debió haberlo dicho. ¿Qué sentido tenía reservárselo? —comentó Stella, una vez que se volvió al camino y alcanzó a Sophia. Estaba fascinada por el temor que le había causado a la niña.

—No hubiera sido capaz de entrar en detalles. Esa niña en el fondo se moría de miedo.

—Aun así, no deja de ser un nombre tan encantador. Ya puedo imaginarme su reacción al enterarse de todo lo que sabemos de ella... Se hubiera hecho merecedora de otra mejilla golpeada.

—Considero que eso hará que nos vea de una forma mucho peor —comentó la amargada mujer.

—Eso no es nada, Sophia, lo que sí se encargará de ello serán las ideas que le metimos en la cabeza. Ahora querrá tratar de adivinar quiénes somos y a qué nos dedicamos.

—Tendrá que enterarse siendo espectadora de lo que hacemos. No queremos que se entere gracias a personas ajenas a nosotras... Y ya conoces a la perfección lo que hacemos cuando algún desafortunado sabe de nosotras.

—Gracias a ello Elena pronto descubrirá muchas cosas. No tardará mucho en hacerlo. No tardará mucho en descubrir lo que en verdad le causará miedo —decía enardecida.

—Cuando eso pase, nos haremos de alguien que acompañe al resto, en un largo y agonizante camino. Fue una gran idea tomar en cuenta ese colegio.

Ambas continuaban su camino, uno sin destino alguno, una andanza ufana a través de los vecindarios y avenidas. Disfrutarían de la posible inquietud que acompañaría a la gente que tuviera la oportunidad de encontrarlas. Sabían a la perfección cómo evitar la expansión de malos rumores. Nada, además de los cadáveres discretos y aún no descubiertos, daría cuenta de ello.

Un punto en una avenida a la que llegaron, les permitió encontrarse con quien más deseaban.

—Mira a quién hemos encontrado ahora. Elena se pondría muy feliz por esto —comentó Stella, mientras ambas divisaban el aparcamiento de una Furgoneta Dodge A100 a un costado de la acera.

El par de mujeres pudieron ubicar a Gianna, quien ya abría la puerta del copiloto.

—Espera, Patrick te manda esto —dijo a Gianna el conductor de aquel vehículo. Él sacó de la guantera un pequeño frasco de pastillas, sin etiqueta y en cuya tapa se hallaba inscrito con un marcador: Barbiturat-hoch dosiertes/500.

Aquel frasco contenía una alta dosis de barbitúricos y otras sustancias que le facilitarían un nuevo objetivo con Elena, un objetivo ajeno a las órdenes de Patrick.

—Vaya, qué apresurado —respondió tomando el frasco que no se molestó en revisar.

—Las instrucciones son sencillas: vierte en un vaso trescientos mililitros de vodka y añádele dos pastillas de esa maravilla. Ya será tu problema la manera en cómo lo uses —dijo. Y cerrando la puertilla de la guantera, agregó—: Para que la niña no tenga el privilegio de morir, puedes hacer otra mezcla, pero tendrás que agregar solo la mitad de una pastilla.

GUÍAME CON UN SUSURRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora