Stella había salido a tomar el periódico. Algo en este llamó su atención.
—Mira lo que tenemos aquí, Sophia —dijo habiendo ingresado a la casa, al mismo tiempo que leía sonriente y despreocupada una nota.
—¿Qué ocurre? —preguntó con un cigarrillo entre los labios rojizos, mientras yacía sentada en un sofá en la opaca sala.
—Este periódico es de hace años, y mira —respondió mostrándole la nota en cuestión—, habla acerca de dos mujeres que escaparon de la cárcel.
—¿Qué dices? —inquirió tomándolo.
—Yo me pregunto: ¿por qué la madre de esa pequeña lo tenía en sus manos?
—Año 1982 —comenzó a leer incorporando frecuentes tosidos y carraspeos—. En la cárcel Dustin se reportó la fuga de dos reas la noche de ayer... Burlaron la seguridad del lugar... Existe complicidad por parte de algunos custodios. A ambas mujeres se les ha acusado de múltiples asesinatos, incluido el de sus respectivos esposos, y se cree que ya hayan pasado la frontera con el país galo. La policía polaca y francesa se ha unido a la tarea de localizarlas... Se les ha identificado como las Hermanas Newirth...
—¿Cómo se llama el tipo que publicó esa nota? —preguntó Stella.
—Egmund P.
—Es raro que actualmente ya no se escuche de él en ningún noticiero o periódico —mencionó, al tiempo que acentuaba su sonrisa y tomaba asiento en el sofá vacío a la diestra de Sophia.
—Stella —dijo dejando caer el periódico y sosteniendo entre los dedos su cigarrillo—, hablar de ese hombre me pone a pensar en las patrullas que acaban de pasar. ¿Quién hubiera pensado que la pesadilla que alguna vez aquejó éstos alrededores, ha vuelto?
—Me alegra que ya haya mejorado un poco la seguridad —dijo y dio una carcajada—. Esta vez no tardaron mucho en atender a esos pobres.
—Y nosotras tampoco tardaremos mucho —comentó mientras desprendía de su vestido y con delicadeza la flor de lobelia. La sujetó y luego la elevó a la altura de su rostro. Deseaba verla con detenimiento en medio de la humareda originada por el tabaco y a la luz de la ventana—. Dado que esa mujer tenía este periódico, ya sabrás lo que procede.
—Qué mala suerte para ella... y tal vez para la pequeña. Pero no hay que apresurarnos... que sus muertes sean lentas...
—Espera, no hay que alejarnos del objetivo. Se me ha ocurrido algo mejor...
Elena había bajado a la sala. En su andanza por el pasillo, se había percatado de que su padre yacía dormido en su cuarto. Decidió no molestarlo y mucho menos volver a visitar aquel artilugio que estuvo a punto de atentar contra ella.
Gianna yacía preparando la comida en la cocina. Aún se encontraba bajo los efectos de aquello que consumió.
La pequeña no prefería molestar a su madre; sin embargo, la intriga por saber en dónde se encontraba el periódico, la ponía al borde de la desesperación.
—Mami —musitó mientras se asomaba sigilosa por la puerta de la cocina.
—Al fin te atreves a bajar —respondió dándole la espalda, al mismo tiempo que freía la carne que tanto le gustaba a su hija. La pequeña se quedó en silencio por un momento. Gianna volteó a verla—. ¿Qué quieres, Elena?
—¿Trajiste el periódico? —cuestionó nerviosa.
—Ahora que lo dices, hija. Cuando regresé aquí ya no lo traía.
—¿En dónde está? —Evidenció su preocupación.
—Seguro se encuentra en la casa de... las vecinas.
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GUÍAME CON UN SUSURRO
Misterio / SuspensoEl semanario Newirth ha decidido andar tras la verdad del difunto criminal de guerra Alfred Newirth, con el fin de dar explicación a la ola de misteriosos asesinatos en la calle Dittersbach y sus alrededores. «Si el asesino ha muerto, alguien hubo d...