—Aisak, tenías razón.
Despegó los párpados con una pesadez insoportable. Por un momento, Aisak se desubicó, olvidando qué hacía durmiendo sobre el colchón desgastado de una litera. Lo primero que se encontró, fue la cara de Nathan, a escasos centímetros de la suya. Cuando el otro chico se dio cuenta de que Aisak estaba despierto, se apartó para dejarle espacio.
—¿Razón en qué? —preguntó él.
Detrás de Nathan estaban dos de sus amigos. Marcus ya estaba fuera de su cama, y Julie bajaba en ese momento. Todos parecían tremendamente preocupados. ¿Qué sabían, que a Aisak se le escapaba? ¿De qué se supone que tenía que entristecerse?
—Dhule ha muerto.
Todo se le cayó encima, como una pila de cajas mal amontonadas. Recordó la amenaza que había lanzado el día anterior. Prácticamente les había dicho "volveréis arrastrándoos ante mí". No sabía que tener razón podía sentar tan mal.
Así que había sido Dhule. Aquel chico que se pegaba a la sombra de Nathan buscando sorber un poco de su popularidad. Era gracioso, pero sus chistes siempre pasaban desapercibidos. Aisak se dio cuenta de que aunque estaba en su clase, ni siquiera conocía muy bien a Dhule. ¿Qué hubiese pasado si en vez de Dhule, hubiese muerto uno de sus amigos más cercanos? También había olvidado que eso era una posibilidad.
Pero ya daba igual. Aisak había resultado tener razón. Y todo apuntaba a que sus otras teorías también eran correctas: que los lobos dependían de lo que él tuviese que decir hoy, y por eso seguía vivo, y que estaban limitados a una muerte por noche.
Se ató las zapatillas sin ponerse calcetines si quiera, se echó la primera chaqueta que encontró en el revoltijo de su ropa, y después miró a Nathan y dijo:
—Llévame con él.
Dhule había sido sorprendido en la salida hacia la habitación del otro insti. Su cuerpo estaba abandonado contra la pared exterior de la cocina, aunque algunos ya lo encontraban un espectáculo lo suficientemente interesante como para que mereciera su atención. Inertes, todos los cuerpos tenían cierto parecido: la mirada perdida, la palidez sobrenatural... Pero la forma en la que había muerto Dhule no tenía nada que ver con la del chico del otro colegio.
Ambos habían sido asesinados por Hombres Lobo, eso estaba claro, pero sus muertes llevaban firmas distintas. La primera había sido una auténtica carnicería, la caza desesperada de una bestia primeriza, que todavía está probando su fuerza. La segunda era aterradoramente perfecta. Un solo desgarrón, en el pecho. Dhule era un simple aviso de lo que llegaría después. Habían silenciado a una persona de manera coordinada, y se dejaba entrever que había cierta inteligencia detrás de la sangre que se había derramado. El sello de alguien que mata con conciencia de sus acciones, y no un mero homicidio. La cosa cambia radicalmente.
Al final, por muy distintas que fuesen sus muertes, los dos habían acabado en una bolsa de basura de tamaño industrial detrás del albergue. Aisak se había quedado mirando un rato el cementerio improvisado, cuando el resto se iba. Tal vez debían empezar a cavar tumbas, algo un poco más digno.
Sylvia se quedó a esperarle.
—Cuando uno de vosotros muera, prometo hacer una tumba —murmuró el joven.
—Ayer hablábamos de que nadie moriría —le recriminó ella—, ¿ya te estás echando atrás?
—Ayer hablábamos de un cuento, una leyenda. Hoy es algo real.
Sylvia suspiró y se quedó mirando cómo una pequeña flor se doblaba cuando ella pasaba el pie por encima. Probablemente no quería mirar las bolsas directamente.
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La saga Pueblo Duerme
Mystery / ThrillerTodas las mañanas aparece en Castronegro el cuerpo sin vida de uno de sus habitantes. Detrás de cada muerte hay un grupo de Hombres Lobo obrando cautelosamente, moviendo los hilos para manipular a las personas. Eso es algo que sabe todo el mundo. Pe...